Saturday, February 28, 2009

DOMINGO 1ro. DE CUARESMA

1 DE MARZO DE 2009

Queridos Hermanos:

Los ataques hechos por los espíritus malignos, en este mundo, toman forma en un número muy reducido de acciones. Una vez que estamos consientes de estas formas, estaremos más fuertes y capacitados para resistir sus tentaciones.

Los demonios nos atacan por medio de: Placer, ambición y codicia. El objetivo final de estas tentaciones es el postrarnos rendidos y miserables por toda la eternidad.

Estos ángeles caídos saben perfectamente que hemos sido llamados a ocupar los espacios, que ellos perdieron gracias a su orgullo, en el Cielo. Esta es la razón por la cual están consumidos en el odio hacia nosotros. Santo Tomás de Aquino dice que: “La envidia que siente el demonio, cuando piensa en que la creatura formada de la tierra, ocupará su lugar en el cielo y disfrutará ver a Dios, lo quema más que las flamas sulfúricas del Infierno”

Fue el demonio que puso en el corazón de Judas Iscariote traicionar a Jesucristo” San Juan 13:2. Fue el demonio que tentó Ananías mentir al Espíritu Santo y guardarse para sí parte del dinero del terreno vendido Hechos de los Apóstoles 5:3.

Y fue el mismo demonio que tuvo la audacia de querer tentar al mismo Jesucristo.

Todos los hombres, en particular los más piadosos, están expuestos a ser tentados por Satanás.

Los demonios promueven falsas ideas y máximas en el mundo. Operan sobre los sentidos externos del hombre, produciendo en ellos, varias imágenes, emociones e inclinaciones, que frecuentemente se convierten en tentaciones violentas. Usan las circunstancias particulares e inclinaciones de cada hombre para moverlos a realizar el mal. Alagan a los jóvenes y les presentan un mundo lleno de colores y placeres, hacen creer a los ancianos que vivirán muchos años más y que tendrán tiempo de preparar su salvación, llenan de vanidad al orgulloso, al que es avaro a la codicia, al que no es casto a la voluptuosidad, al iracundo a la venganza, en una palabra, atacan a cada quien por su lado más débil y donde no pondrán resistencia.

Los demonios presentan las mismas tentaciones con las que atacaron a nuestros primeros padres y Jesucristo mismo, es decir, la sensualidad, la ambición y la codicia o concupiscencia de la carne, de la vista y la vanidad de esta vida. ¿Quién puede contar los pecados cometidos por los placeres, la ambición y la codicia?

Sigamos a Jesucristo en la lucha contra de estos espíritus caídos y sus tentaciones, yendo al desierto. Amando la soledad y rechazando la próxima tentación a pecar.

En segundo lugar, ayunando. Debemos no sólo guardar los días de ayuno, sino que debemos vivir en general una vida piadosa y sobria. Toda vez que el descontrol en la bebida y comida es la ocasión de muchos pecados, la mortificación del apetito sensual es un excelente preventivo en contra del pecado, especialmente en contra de la impureza.

En tercer lugar, hagamos oración constante, para que obtengamos de Dios la luz y la fuerza necesarias para resistir la tentación. “orar y estar alertas, para que no caigan en la tentación” San Marcos 14:38.

En cuarto lugar, mantengamos en mente la Palabra de Dios. Cuando seamos tentados por el orgullo “Todo aquel que se alabe a sí mismo será humillado” San Lucas 14:11; a la impureza: “ni los adúlteros, ni los fornicadores poseerán el reino de los Cielos” 1 Cor. 6:9,10; codicia; “De que le sirve al hombre, ganar todo el mundo, y perder su alma” San Mateo 16:26.

Quinto: Eliminemos la tentación de una vez por todas. Una chispa que cae en la mano no prenderá ni dejará huella si la alejamos de nosotros inmediatamente, pero si la dejamos en nuestra manos por algunos instantes arderá y nos lastimará. Eso mismo sucede con las tentaciones. No debemos contemplarla sino rechazarla de inmediato.

Los hermanos de santo Tomás de Aquino, le enviaron una joven a su habitación y el de inmediato la rechazó con un carbón encendido y la saco de inmediato de su celda.
Las tentaciones siempre se presentan como algo bueno para nosotros y, difícil de discernir si viene del demonio o de Dios. Por lo tanto debemos considerar siempre lo que Dios le dice a Santa Catalina de Siena. Aquello que al principio es placentero pero que acarrea sufrimiento viene de un espíritu maligno. Pero aquello que se presenta doloroso pero que aporta alegría viene del Dios.

Los espíritus malignos nos ofrecen el cielo ahora y el infierno al final. Dios nos ofrece una cruz primero para poder darnos el Cielo.


Asi sea.

Tuesday, February 24, 2009

DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

22 De Febrero de 2009

Queridos Hermanos:

“Señor, que vea”. Estas palabras son muy profundas e importantes para tener presentes en nuestra mente, hoy en día. Nos dice el Evangelio que Jesucristo Nuestro Señor les dijo a los apóstoles lo que iba a sucederle en Jerusalén, sin embargo no pudieron entender (ver) lo que les estaba diciendo.

El ciego, del que nos habla en evangelio; nos da el ejemplo de lo que debemos hacer. Debemos acudir a Dios sin importar lo que nos diga el mundo. Debemos pedirle el maravilloso don de la Vista. No tanto la vista de nuestros ojos para que podamos ver Su mundo físico creado sino más bien el mundo espiritual y todo lo que es benéfico para nuestra vida eterna.

La ceguera espiritual es mucho más peligrosa que cualquier tipo de ceguera física. Existen muchos que teniendo ojos no ven. La ceguera física puede ocasionarnos muchas caídas e impedirnos progresar en lo que queremos, sin embargo, con humildad podemos reconocer este impedimento físico y buscar los medios de improvisar y mejor esta acción. Lo cual afecta sólo al cuerpo. La ceguera espiritual, por otro lado, no reconoce su deficiencia y por lo tanto no busca el auxilio necesario, afectando por ende su vida eterna.

Tal vez exista muy poco que podamos hacer por solucionar la ceguera física, sin embargo en el campo espiritual existe una gran posibilidad y opciones de corregir este mal. Verdaderamente es cuestión de voluntad. Para evitar y corregir la ceguera espiritual es necesario desarrollar una verdadera humildad. Debemos constantemente buscar conocernos a nosotros mismos como nos conoce Dios. (Este es el único conocimiento verdadero que existe). Una vez que nos conocemos, sabemos nuestra nada.

Entendemos que todo lo que tenemos y somos viene de Dios. Con este conocimiento de nosotros mismos, podemos clamar a Dios: “Señor, que vea” sabemos nuestras debilidades y carencias y la necesidad de ayuda. Por eso la pedimos.

Este llanto y petición de ayuda frecuentemente es ignorada por el mundo. Se nos dice que no es importante. Que no perdamos el tiempo en eso. Que hay cosas más provechosas de que preocuparnos. Sin embargo, ¿qué puede ser más importante que nuestra salvación eterna? De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma. Todo esto es secundario, lo más importante es nuestra salvación.

Debemos pedir a Dios humildemente la gracia de ver y fortalecer la práctica de la verdadera fe. No pongamos nuestra esperanza en charlatanes que nos alejen de la verdad eterna. Porque el ciego que guía otro ciego ambos caen al pozo del fuego eterno. Necesitamos la vista de poder conocer a los verdaderos pastores y lideres establecidos por Dios. Para posteriormente recibir la gracia de seguirlos a la felicidad eterna.

Sólo los que han sido llamados por Dios son guías competentes. Y sólo los encontraremos en el cuerpo místico de Jesucristo. Si evitamos esto, realmente seremos como el ciego que guía otro. Si depositamos nuestra confianza en alguna religión o filosofía pagana, terminaremos en el infierno. Si seguimos alguna de las múltiples religiones protestantes que se separaron de la Iglesia católica, estaremos ilusoriamente siguiendo a Cristo. Y esto no significa que cerremos un ojo para no ver el camino que llevamos, sino como si cerramos ambos. Si seguimos la religión modernista del Novus Ordo, tal vez dirán que estamos cerrando un ojo y que por lo tanto estamos parcialmente ciegos. Esta secta provee una concatenación de verdad y falsedad que mantiene la gran mayoría porque no son lo suficientemente humildes para reconocer que lo nuevo no es lo mismo a lo anterior, que lo falso no es verdadero.

Conforme avanzamos de un extremo al otro; de los “cristianos” paganos y liberales llegamos al extremo de la secta de los “tradicionalistas”. En estos encontramos una ceguera aún más absurda de quienes se guían a sí mismos o peor aún siguen a los que reconocen ser herejes o saben no tienen jurisdicción o autoridad para guiarlos.

Ninguno de estos parece capaz de ver sus falsedades y deben ser realmente compadecidos por su ceguera. No existe peor ciego que el que no quiere ver. Aseguremos nuestra adición firme y verdadera a la Iglesia y de quienes ha puesto

Dios para guiarnos al Cielo por medio del camino seguro y verdadero de los Sacramentos en el Cuerpo Místico de Jesucristo, Su Iglesia católica.

Así sea.

Saturday, February 14, 2009

DOMINGO DE SEXAGÉSIMA

15 DE FEBRERO DE 2009

Queridos Hermanos:

Todos tenemos la oportunidad de escuchar, sí tal vez, los mismos sermones, leer los mismos evangelios, etc. Sin embargo como consecuencia de esto, muchos ni siquiera son tocados por estos y sólo una minoría realmente cambia su forma de vida. En evangelio de este día nos da algunos indicios del porque de estos efectos y resultados diferentes.

En este evangelio vemos los diferentes tipos de tierra, (personas), sobre la que cae, la semilla, es decir la palabra de Dios. Cristo nos explica porque Su palabra tuvo diferentes efectos sobre las diferentes personas que lo escuchaban. Esta es una de las razones por las cuales debemos procurar ser la tierra fértil, en la que la palabra de Cristo no sólo produzca raíces en nosotros y crezca sino que produzca frutos abundantes.

¿Qué es lo que debemos hacer para obtener este precioso don? El primer requisito es que verdaderamente lo deseemos. Esto es un acto de la voluntad. Este deseo es inútil si sólo está en la mitad de nuestro corazón o es un simple capricho. El deseo que debemos tener debe ser fuerte y duradero. Si no tenemos este deseo desde un principio, las consecuencias, no seguirán.

No podemos darnos a nosotros mismos lo que no poseemos. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer es, pedir al Espíritu Santo esta gracia. Este mismo deseo es un don Divino. Dios es fiel y nos da siempre las primeras gracias necesarias, el resto depende de nosotros. ¿Aceptaremos esta gracia? ¿Aceptaremos este deseo por El y Su Palabra? Muchos fallan en esta empresa, porque sienten que la primer devoción que Dios les ha dado, como si fuera de ellos o por ellos adquirida, y no la cuidan ni cultivan, entrando en una actitud de complacencia. Con esta actitud no ven la necesidad de acudir a Dios para obtener más gracias.

Su vanidad que ha atribuido los movimientos de la gracia de Dios en sus almas, como si fueran hechas por sí mismos, los lleva a la ilusión que van por buen camino, muy a pesar de lo que les este dictando su conciencia.

Por lo tanto debemos ser cuidadosos con la forma que respondemos a las primeras gracias que Dios manda a nuestra alma. Debemos reconocer y guardar como tesoro todos los dones Divinos, aún el que nos parezca más insignificante. Pidamos a Dios esta gracia.

Sin embargo, no es necesario con el puro deseo, como si este fuera el cumplimiento total. Este deseo es sólo el principio. Si el deseo es verdadero, inicia por usar todos los medios a su alcance para lograr el objeto de este. El campesino que desea una gran cosecha debe trabajar arduamente y no permanecer sentado alimentando este deseo. Si se la pasa sentado y en reposo, entonces podemos concluir que no es verdad que desea lo que nos dice es el objeto de su deseo. Lo mismo sucede con nuestra alma. No nos es suficiente sentarnos y decir “desearía ser bueno o deseo ser santo”.

El decir esto sin hacer nada, es infantil y tonto.

Una vez que Dios nos ha dado la gracia de desear y hacer oraciones para pedir mayores gracias, espera que usemos lo que ya nos ha dado. El obtener más y mayores gracias depende en gran medida de la cooperación que hagamos, de y con las gracias que ya hemos recibido.

Si queremos que la palabra de Dios produzca grandes maravillas en nuestra alma.
Lo primero que debemos hacer es prepararla para que Dios siembre en nosotros para que esta produzca frutos.

Entremos en nuestro corazón, mente y alma y empecemos a sacar todas las piedras, maleza y basura que en esta encontremos y que está obstruyendo la semilla que habrá de producir buenos frutos en nosotros. Debemos examinar nuestras conciencias y limpiarla profundamente con el sacramento de la penitencia.

Una vez perdonados nuestros pecados hagamos penitencia y hagamos la reparación de nuestras culpas. Aún esto lo debemos considerar como el comienzo.

Debemos cultivar el campo de nuestra alma y preparar la tierra para recibir la palabra de Dios, no sólo escucharla sino más bien para producir frutos en nuestras vidas. Debemos fortalecer nuestra alma con el cultivo y el fertilizante obtenido a través de la lectura de buenos libros, buenos deseos pensamientos sublimes etc.

Siendo cuidadosos de no llenar nuestro corazón, mente y alma con el veneno que destruye la palabra de Dios, como las actividades sin Dios, en la música, entretenimiento, amistades etc.

Y mientras la palabra de Dios hace raíces y empieza a crecer en nosotros, aún en estas condiciones no debemos sentarnos a descansar. Debemos estar vigilantes y en alerta constante, más que antes, para mantener a los enemigos de nuestra alma alejados de esta y que no siembren yerba y la destruyan. Debemos cortar todo mal que veamos crecer en nosotros, tal y como lo hace el campesino al cuidado de su siembra.

Debemos estar siempre vigilantes y en oración y cuando menos lo esperemos la palabra de Dios estará ya fuerte y grande en nosotros que aún en el tiempo de nuestra muerte, veremos las maravillas de Dios en nuestras vidas llenandolas de abundante placer eterno.

Así sea.

Saturday, February 7, 2009

DOMINGO DE SEPTUAGESIMA

8 de Febrero de 2009

Queridos Hermanos:

La envidia es un vicio tan horrendo que lastima y hace mal, no al objeto de esta, sino a la persona envidiosa. Las cosas buenas que Dios da a ciertas personas no afecta de ninguna manera a los demás. Los envidiosos acarrean las calamidades sobre ellos mismos, con su manera de ser.

Esto es algo que debemos tener en mente siempre, toda vez que el mundo en que vivimos actualmente, tiene una idea extraña sobre la igualdad, justicia y el orden establecido por Dios.

Constantemente, la sociedad actual, nos esta hablando sobre la “igualdad” materialista contraria al orden establecido por Dios. Debemos entender y aceptar que no somos iguales, los unos y los otros. Hemos sido creados por Dios cada uno de nosotros único e irrepetible, ninguno de nosotros somos exactamente iguales (ni siquiera los gemelos identicos).

La bondad de Dios se nos manifiesta a traves de la igualdad y exactitud de los bienes materiales que se nos han dado, verdaderamente según nuestras necesidades. A algunos les ha tocado mas para otros menos. No existe ninguna injusticia en esto porque Dios ve lo que es bueno para nuestra alma y vida eterna. Podemos ver que los seres mas queridos por Dios son los que mas tribulaciones tienen. Mientras mas cerca estamos de Dios mas sufrimos. Los que se alejan de Dios aparecen como personas de exito en este mundo. Dios permite esto y les concede lo que de manera apasionada buscan, porque esta será la recompensa que obtendrán por toda la eternidad. Tales almas sufrirán por siempre en el infierno, por haberse alejado de Dios.

Dios es justo; y da a estos su recompensa temporal, por los insignificantes actos de bondad o caridad que hacen de vez en cuando. Estos actos recibirán una recompensa temporal, mas no eterna.

Los bienes materiales no son siempre lo que aparentan. Frecuentemente son el resultado de gran sufrimiento y esfuerzo. Si supieramos todos los trabajos que tienen que sobre llevar quienes tienen muchos bienes materiales, estaríamos agradecidos por saber que no tenemos tanto y conforme nos hacemos un poco mas sabios, desearíamos no haber tenido tanto nosotros mismos.

Algunos podemos claramente identificarnos con los trabajadores que soportan el calor y el cansancio de un día de labor. Nosotros por lo tanto, trabajamos por lograr la recompensa eterna en el Cielo. Existen otros que aparecen al último minuto y con muy poco esfuerzo, se hacen merecedores de la recompensa eterna. Quienes han laborado arduamente y por un tiempo mas prolongado, deben alegrarse por estas almas que estaban perdidas y han sido encontradas y regresadas al camino de la salvación, y considerarlos como uno más que, esta listo para dar honor y gloria a Dios por siempre en el cielo. Que Dios sea bueno y generoso para con ellos no quita ningún merito de la recompensa que han de recibir, quienes han sido fieles toda su vida y le han servido fielmente.

Muchos Israelitas del Antiguo Testamento se condenaron, por no aceptar el hecho de que Dios aceptaría otras naciones bajo su cuidado. Quienes hubieron laborado para guardar el pacto con Dios por siglos no pudieron aceptar la irrefutable realidad de que los gentiles serían aceptados y bien recibidos a compartir la misma recompensa.

Todos los esfuerzos y sufrimientos son en vano, cuando todo su merito se pierde al estar motivado por un espíritu envidioso. De que les sirvió a los Israelitas todo lo que hicieron si cuando vino Dios lo rechazaron y se alejaron de Este, por ser generoso y bondadoso con los demás. Existen muchos que se denominan a si mismos “cristianos” “católicos” o “tradicionalistas” que serán condenados por ser envidiosos al ver los beneficios que Dios otorga a los demás. Que gran tontería.

Dios tiene suficiente de todo y para todos. No perdemos nada cuando Dios es generoso con alguien mas. Por el contrario se nos da la oportunidad de alabarlo en su bondad y misericordia que se manifiesta para con otras personas.

Aún, si sirvieramos a Dios tan fielmente como lo hizo el santo Job (¿quien puede decir que así lo ha hecho?) y nos quitara Dios todo lo que nos ha dado, en un aparente acto de injusticia, ¿que hemos perdido? Todas las cosas de este mundo pertenecen a Dios, nada nos pertenece. El es libre de dar o quitarnos lo que tenemos, como a El mejor le parezca.

“El señor me lo ha dado el Señor se lo ha llevado, bendito sea Su santo nombre”

Hagamos una reflexión por un momento y veamos a nuestro modelo y ejemplo a seguir, Jesucristo. imitemos Su humildad, oración y sacrificio teniendo en mente que nunca hemos hecho lo suficiente y que todo y cualquier bien que viene a nosotros, no es por merito propio sino por los meritos de Jesucristo. Luego entonces, si hemos sido los últimos o hemos tenido lo menos; seremos los primeros. Quienes han sido los primeros y tienen lo mejor; si reciben el último lugar, han sido recompensados generosamente, porque se les ha dado un lugar; aunque pudieron no haber hecho nada para merecerlo.

“Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos; porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.”