Saturday, May 9, 2009

DOMINGO 4to. DESPUÉS DE PASCUA

10 DE MAYO 2009

Queridos Hermanos:

No existe la felicidad absoluta en esta vida. Nuestra vida está llena de eventos felices y tristes. Los apóstoles se regocijaban con la presencia de Nuestro Señor y posteriormente se entristecieron con Su ausencia. Lo mismo sucede en nuestras vidas. La felicidad eterna a que aspiramos nos espera sólo en el Cielo. En este mundo debemos tomar lo bueno y lo malo. Debemos buscar la forma de sacar lo bueno de lo mismo malo para que se convierta en un gran bien en la eternidad.

Dios es bueno y misericordioso de acomodar nuestras vidas de esta manera aquí en la tierra. Si consideramos nuestra naturaleza caída apegada a los bienes materiales de esta vida, nos daremos cuenta que estamos predispuestos a permitir que todo esto usurpe el lugar que le es debido sólo a Dios Nuestro Señor. (Estamos predispuestos a caer en idolatría) de esta manera Dios permite que las cosas a que nos hemos apegado tanto, se desvanezcan de nuestro alcance. Si recibimos sólo bienes materiales nos olvidamos de Dios, nos llenamos de orgullo y vanidad. Atribuimos estos beneficios a nuestro esfuerzo personal robando así a Dios del honor, gloria y acción de gracias que sólo a Él le pertenece.

Por otro lado, si sólo recibiéramos sufrimientos y maldad, nuestra naturaleza débil nos llevaría a la desesperación. Nos inclinaríamos a pensar que Dios nos ha abandonado, o que no se preocupa de nosotros o que no nos ama. En el peor de los casos terminaríamos negando Su misma existencia.

En esta vida recibimos tanto bienes temporales como males pasajeros para mantenernos en la virtud. Esto nos ayuda a que no caigamos en algún tipo de pecado. Dios conoce nuestra fuerza y debilidad. Mide lo que necesitamos de bienes materiales y el mal que podemos soportar. Frecuentemente pensamos que no merecemos el mal que nos aqueja, incluso el bien que recibimos, esto nos hace de cierta manera negar a Dios. Lo que decimos con este comportamiento es que Dios no sabe lo que hace. Cuando Dios sabe bien lo que es mejor para nuestra salvación.

Si sufrimos más que alguna otra persona no es porque Dios sea injusto con nosotros. Por el contrario Dios es mucho más justo con nosotros porque somos nosotros los que necesitamos de estas cruces mucho más que nuestro prójimo. La cruz que Dios ha diseñado para nosotros es única y exclusiva, es la medicina perfecta no sólo para darnos salud sino para mantenerla permanentemente en nosotros. Esta cruz es del peso y tamaño adecuado, es buena para nosotros y para nadie más. Así como las cruces de los demás no nos servirán de nada. De esta manera, es realmente infantil envidiar y ponernos celosos por lo que Dios ha dado a los demás.

Sólo Dios es bueno. Todo lo bueno que se nos ha dado en esta vida es para recordarnos del Verdadero Bien. (Dios). Todos los bienes materiales les falta lo que siempre buscamos, eternidad. Todos son temporales, por lo tanto pasajeros. Deben ser utilizados como medio para lograr el fin, son defectuosos porque no son eternos, son corruptibles y perecederos y se pueden convertir en una amenaza para nosotros si servilmente las usamos.

Así como recibimos beneficios y sufrimientos en ciertos momentos, así es como los vemos, en nuestras vidas.

Todo lo que Dios ha hecho es bueno. Y ha hecho todo lo que existe. De esta manera sólo podemos ver Su bondad alrededor nuestro. Existen almas que con esta actitud positiva son motivadas por el amor de Dios. Son felices y contentas con lo que reciben.

Por otra parte, existe el otro extremo, quienes sólo ven el mal en todo su mundo. Vemos que todas las cosas son vanas, “vanidad de vanidades y todo es vanidad”, son vacías y engañosas al aparentar que hemos encontrado la paz y felicidad que tanto anhelamos. Con un poco de cuidado nos daremos cuenta que estas cosas no son malas en sí mismas, sino el uso o percepción que tenemos de estas que hacen que las veamos como un mal.

Ejemplo de esto es la sexualidad humana que nos es dada por Dios. Hizo al hombre y a la mujer. Hizo el deseo natural, reproducción y unión. Esto es un bien, no un mal. Su uso máximo consiste en la procreación de los hijos en el matrimonio, por amor a Dios. Sin embargo, este gran bien, se convierte en un mal terrible cuando es abuzado y usado en la fornicación y el adulterio. Llevando o convirtiéndose en idolatría.

Quienes sólo buscan el aspecto placentero de este bien, excluyendo las responsabilidades que este acarrea, hacen a Dios a un lado, llegando así a la idolatría.

Todo lo que Dios ha hecho y continúa haciendo es Bueno. Dios da y quita según le place y siempre lo hace por nuestra felicidad eterna. Aprendamos a darle gracias por todo lo que hace con nosotros tanto en las bendiciones como en los sufrimientos, teniendo en mente siempre presente que todo sucede para nuestro beneficio y de nuestra alma en ese momento.

Así sea.