Saturday, October 17, 2009

SAN LUCAS EVANGELISTA

18 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos hermanos:

“La mies, a la verdad, es mucha, mas los trabajadores pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies, que envié obreros a su mies”

Existe un mundo lleno de almas que salvar, sin embargo, es muy reducido el número de verdaderos obreros que laboren para el Reino del Cielo. Existen suplicas de todas partes del mundo, para los pocos obispos verdaderos que quedan, en busca de sacerdotes. Existe de igual forma, un gran número de falsos pastores apresuradamente destruyendo todo lo que debería salvarse. ¿Qué número tan reducido ha orado o que tan poco han orado estos, por las vocaciones que se requieren?

Mientas que las tan ansiadas vocaciones, se convierten en algo, cada vez más difíciles y dolorosas de encontrar, somos exhortados a orar con mayor fervor y sacrificio. De igual forma requerimos desarrollar una fe más fuerte y madura, que la que se nos pedía en el pasado. Cuando la Iglesia empezaba, Jesucristo realizó muchos milagros para atraer a la gente a Él y a Su Iglesia. Creció esta como un niño, su crecimiento hacia la madurez, en cierta manera, fue rápido. De igual forma, así como el cuerpo que se vuelve lento y disminuye sus actividades, todo parece indicar que así le ha sucedido al Cuerpo Místico de Jesucristo. Ya no tenemos a Jesucristo realizando un sin número de milagros para atraer nuestra atención, ni el gran número de sacerdotes y religiosos predicando por todos lados. Tampoco es posible encontrar la Iglesia Católica en cada esquina, ciudad o país. El número es muy reducido y alejado los unos de los otros. La fe ha muerto entre los hombres, como han proporcionalmente desaparecido también las bendiciones que estos recibían de Dios.

Lo mismo ha sucedido con las vocaciones. El número tan reducido de quienes escuchan a Dios, es indicativo de que no es necesario la abundancia de sacerdotes y religiosos para atender lo que queda de la Iglesia.

Como lo dije anteriormente, necesitamos tener una fe madura en un nivel superior y optimo.

Muchos de nosotros ya no tenemos el fácil acceso a la Iglesia, Los Sacramentos e instrucciones. Debemos, luego entonces, usar lo que ya se nos ha dado. Ya no se nos alimenta con papilla, como a los niños, debemos alimentarnos, ahora, de alimento sólidos y digerir la carne.

Debemos poner en práctica, en nuestra vida diaria lo que ya tenemos. Debemos abrazar la verdad y alimentarnos de ella sin importar los sin sabores que esta pueda aparentar darnos. A menos que tengamos esta hambre por Dios y la verdad, no seremos capaces ni estaremos completamente preparados para vivir los tiempos que nos ha tocado vivir. Dios nos pide que, lo busquemos con todo nuestro ser. Pero ¿cómo podemos hacer esto sin los sacramentos, sin las gracias que estos proporcionan?

Somos tan frágiles y volubles para sobrevivir sin la gracia de Dios. Debemos aprender a recibir gracias extra-sacramentales. Es decir, debemos aprender el hábito de hacer actos de contrición fervorosas, buscando siempre el arrepentimiento perfecto. Debemos renovar nuestros actos de fe, esperanza y caridad, frecuentemente. Debemos hacer de igual manera frecuente, comuniones espirituales para no estar privados de estas gracias.

Esto no es fácil para quienes se han acostumbrado a la comodidad y acceso fácil a los sacramentos que una vez tuvimos, esto es, debo decirlo, la razón para fortalecernos espiritualmente. Debemos madurar en nuestra fe, para poder sobrevivir en estos tiempos de pruebas.

Los demonios están atacándonos con mayor crueldad, según está reduciendo, poco a poco el número de almas fieles. Los sobrevivientes deben resistir constantemente, seguros en su fe, si quieren resistir hasta el final. Nuestra lucha no es, contra seres de carne y hueso; nuestros enemigos son las potestades y principalidades de los ángeles caídos.

Recibamos por lo menos espiritualmente los sacramentos con la frecuencia que nos sea posible, para poder continuar en esta batalla hasta el final y salir victoriosos. No es momento de desmayar o rendirnos por temor o debilidad, como niños, por el contrario, es tiempo de mostrar las gracias de nuestro bautismo y confirmación y actuar como católicos maduros, al frente del campo de batalla, listos a luchar el buen combate.

Dejemos de temer las penitencias, sacrificios y cruces. Este es nuestro llamado, esta es la vida que se nos ha dado, todo lo que debemos hacer es amar y voluntariamente aceptar y abrazar esta vida por el amor de Dios y nuestro prójimo. Oremos por nosotros mismos y por nuestro prójimo para que Dios nos dé las gracias y fortaleza que necesitamos. Sin la ayuda siempre disponible y fácil, que recibimos en el pasado, debemos ahora, administrar con mucho cuidado la ayuda que tenemos ahora, a nuestro alcance.

Así sea.