Saturday, November 28, 2009

DOMINGO 1ro. DE ADVIENTO

29 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Empezamos el año como lo terminamos, meditando sobre el final de los tiempos. Antes de iniciar cualquier proyecto lo primero que tenemos en mente es el cumplimiento de este. Pensamos en un pastel ya terminado antes de pensar en los ingredientes, preparación y orneado. Lo mismo sucede con nuestra vida espiritual. Primero pensamos en los placeres de la eternidad y luego vemos lo que necesitamos hacer para lograrla.

El final de los tiempos esta ya próximo al igual que nuestro propio fin. Por lo tanto hagamos caso a las instrucciones profundas que nos da san Pablo en la epístola de hoy. “ya es tiempo de que despertemos del sueño”.

Conforme empezamos este año nuevo litúrgico buscamos la venida de Jesucristo Nuestro Señor con la esperanza de que nos encontrará dignos de compartir la eternidad con El. Pero antes de esto debemos detenernos un poco y analizar, qué es lo que debemos hacer para lograr esto. Conociéndonos débiles y pecadores debemos entrar en razón y entender que, debemos cambiar. Debemos cambiar la vida mundana y el pecado, para revestirnos de la vida de Dios. Debemos alejarnos del pecado y ver la luz y belleza de la verdad.

Debemos levantarnos y hacer penitencia. Debemos controlar nuestras debilidades y hacer todo lo posible para convertirnos en dignos seguidores de Cristo. ¿Cómo podemos regocijarnos en su venida si no somos dignos de Él?

Fielmente siguiendo la dirección de nuestra santa madre la Iglesia, iniciamos con penitencia el adviento. Nos limpiamos de todo pecado, sujetamos a nuestro corazón y cuerpo rebelde con la limosna, penitencia y austeridad.

Es ahora el tiempo de limpiar nuestro corazón y mente para hacer lugar a Cristo para que viva en nosotros. Recordemos que Dios es un amante celoso. Exige todo nuestro amor. Se nos ha dado el mandato de amar a Dios sobre todas las cosas con todo nuestro ser. Todo lo que ha tomado el lugar de Dios en nuestra mente y cuerpo, debe ser eliminado. Dios no acepta el segundo lugar. Debemos eliminar a todos y cada uno de estos para que sea Dios en único que reine en nuestro corazón.

Es sólo después de haber aprendido a amar a Dios total y completamente que podemos amar a Sus criaturas, como deben ser amadas por nosotros. Todos estos deben tomar un segundo lugar en nuestra vida, muy lejos de Dios, quien debe ser el centro de nuestra existencia. Estos seres creados, fugaces, no pueden ser comparados con Dios infinito.

En estos días vemos, a mucha gente preocupada, por el futuro de la sociedad y el mundo mismo, sin embargo hay muy poco interés por saber el final del alma inmortal. La sociedad y este mundo son ambas creaturas destinadas a desaparecer mas no así nuestra alma que vivirá para siempre.

No podemos hacer nada para salvar a la sociedad, nuestro país, mundo, incluso nuestra vida misma si no salvamos primeramente nuestra alma. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Sin embargo una gran cantidad de personas se preocupan por las cosas pasajeras en lugar de la salvación de su alma.

¡Qué tontos son en verdad los hombres!

Si nos hemos quedado dormidos al timón de nuestra alma y hemos naufragado dañando mortalmente nuestra alma, ahora es el tiempo de despertar, calcular los daños y empezar con su reparación, inmediatamente. Si sólo nos hemos desviado ligeramente del camino, ahora es el tiempo de compensar el tiempo perdido y direccionar nuestra vida para que podamos de manera segura alcanzar nuestro destino final en la eternidad con Dios. Sólo se requiere de un ligero vector, fuera de curso, para abrir una gran distancia con el logro de nuestro objetivo.

Dios es perfecto y exige la perfección en nosotros. Recordemos que nada que este manchado entrara en el reino de los cielos. Dios puede perdonar y olvidar nuestros pecados, incluso lavarlos y eliminarlos de nosotros. Por más manchadas que queden nuestras almas, puede devolverles la blancura, como la nieve. Sin embargo, no debemos olvidar que Dios exige que hagamos nuestra parte. Por lo que debemos antes que todo, ser movidos a la pureza, purga y mortificación de nuestras vidas para que pueda venir y santificarnos totalmente.

Estamos en el tiempo de los nuevos inicios. No permitamos que se nos vaya de las manos este tiempo de adviento, sin positivamente progresar hacia nuestro objetivo de convertirnos en miembros dignos del Cuerpo Místico de Jesucristo, para cuando termine nuestra vida en este mundo podamos levantar nuestro corazón y escuchar a Dios invitarnos a la felicidad eterna con Él en el Cielo.

Que así sea.

Saturday, November 21, 2009

DOMINGO 25 DESPUÉS DE PENTECOSTES

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

22 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Cristo nos advierte sobre el tiempo del fin. Debemos ser capaces de ver y entender las señales de la aproximación de este fin, de la misma manera que sabemos que el verano esta próximo cuando vemos las tiernas ramitas de los arboles brotar.
Nuestro Señor hace referencia al profeta Daniel y a la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo: En el capítulo XII, ii, de sus profecías nos dice:

“Después del tiempo de la cesación del sacrificio perpetuo y del alzar de la abominación desoladora, habrá un mil doscientos noventa días”.

Si nos fijamos bien en lo que dice el profeta Daniel comprenderemos que hace referencia a que debe ser eliminado el sacrificio perpetuo, y al parece, referirse al Sacrificio de la Santa Misa.

En la implementación del concilio vaticano II podemos constatar la eliminación del Santo Sacrificio de la misa. Toda noción o referencia acerca de este sacrifico ha sido eliminado de todas sus ceremonias. Una mesa y banquete han reemplazado al altar y al sacrificio.

De esta manera, casi de un día para otro, el Sacrificio perpetuo fue eliminado, pero no completamente. Permaneció por lo menos un verdadero católico, sucesor de los apóstoles, que continuo ofreciendo este sacrificio, consecuentemente con el poder de comisionar a otros a continuar con este sacrificio. De esta manera el signo diabólico y terrible fue impedido para establecerse completamente.

Son los verdaderos Obispos y sacerdotes que continúan ofreciendo este sacrificio perpetuo, que detienen la mano furiosa de Dios.

Mientras que el Hijo de Dios se haga presente y sea elevado en el Santo Sacrificio del Altar como expiación por nuestros pecados y pida misericordia para nosotros a Dios Padre, continuaremos con vida.

Tan dramático como aparece el destino final de este mundo, detener esta fatalidad, descansa sobre los hombros de los pocos obispos y sacerdotes verdaderos, mientras continúen con la misión a ellos encomendada (ofrecer el sacrificio perpetuo), en un mundo sumergido en el mal y el pecado.

Después de la eliminación de este sacrificio, le sigue la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo.

Hemos sido testigos como los templos católicos de todo el mundo se han transformado de ser la casa de Dios a la del hombre. Los tabernáculos, altares, reclinatorios y crucifijos, todos han sido eliminados y en los casos en los que los han reemplazado son una abominación de lo que estos fueron.

La casa de Dios llena de Su presencia en el Santo Sacrificio y su gracia abundante está ahora desolada. Esta vacía. “vanidad de vanidades todo es vanidad” al quitar a Dios para colocar al hombre contemplamos el vació y la nada de este. Esto lo podemos ver no sólo en las actividades externas de la Iglesia moderna sino de manera más remarcada en sus ceremonias y devociones.

Toda la adoración solida, con fundamento, verdadera y devoción ha sido eliminada. Existe mucho ruido, pompa y celebración, pero no es otra cosa que el repicar y sonar de metales, es un ruido sin ningún sentido.

Todo esto parece ser la preparación de la siguiente y mayor de todas las abominaciones. Fuimos testigos, primeramente, de la expulsión de Jesucristo, luego vimos la colocación de Hombre en Su lugar, parece lógico suponer que lo que sigue es, hace al hombre a un lado para colocar a Satanás para que públicamente sea honrado, adorado y alabado en estos lugar.

Este es el objetivo del anticristo ahora más que nunca, como lo ha sido siempre y en todo el tiempo a través de la historia.

Los demonios han ganado una gran cantidad de batallas sobre los hombres, sin embargo, la guerra aún no termina. La lucha continúa y nos guste o no, nuestras almas son el campo de batalla. Hay una guerra por nuestras almas, y el resultado de esta guerra ha sido puesto en nuestras propias almas. Nuestras manos débiles y nuestro corazón pecador han sido llamados para luchar el buen combate.

Reconociendo humildemente nuestra inhabilidad para juzgar y actuar correctamente, debemos acudir a Cristo (especialmente en la Santa Eucaristía) para que venga a nosotros con Su ayuda, y nos dé el valor y coraje para luchar varonilmente hasta el final.

No debemos permitir nunca que los demonios logren atormentar nuestra alma expulsando la gracia de Dios y aún más, no debemos permitir jamás que los demonios hagan su residencia en nuestra alma. Porque esto será verdaderamente la desolación posicionada en el lugar santo y esto significaría el final para nosotros aunque no del mundo entero.

En la lucha por la salvación de nuestra propia alma, en cierta manera luchamos también, por el mundo entero.

Aunque exista un número, muy reducido, que permanezca fiel; la desolación no será realizada. Es la gracia de Dios que viene a nosotros en el sacrificio perpetuo de la Santa Misa, que nutre y sostiene a esta minoría con vida y luchando.

El mundo llegará a su fin, lo que ha dicho Jesucristo sucederá, sin embargo no debemos convertirnos en parte del mal que lo esta ocasionando.

Nuestras vidas terminarán y en ese momento seremos juzgados, si Cristo es quien reina en nosotros o la abominación desoladora reina en nuestra alma.

La decisión sobre quien ha de reinar en nuestra alma está en nuestras manos; veamos y leamos claramente las señales mientras tengamos tiempo, para cambiar las cosas para nuestro bien y el mundo entero.

Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preservar el Sacrificio perpetuo de la Santa Misa para dar la gracia a nuestra alma y calmar un poco la inminente ira de Dios.

Que así sea.

Saturday, November 14, 2009

DOMINGO 24 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

15 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:


EL día de hoy se nos recuerda que lo que importa son los detalles, las cosas que aparentemente son insignificantes. El Reino de los Cielos está construido sobre ellos. Cristo nuestro Señor compara este Reino a una semilla de mostaza.

El mayor en el reino de los cielos dice Jesucristo a los apóstoles, no es del más fuerte o inteligente, sino del humilde y sencillo. Para ilustrar esto pone como ejemplo ante ellos, un niño, y agrega que, debemos hacernos como ellos si queremos entrar en Su Reino.

El Rey, Jesucristo mismo, se humilló al convertirse en el más insignificante de los hombres de este mundo; al cual vino a servir y no ha que le sirvieran. Ordena a Sus apóstoles servir y ayudar el uno al otro. Este mandato se lo da de igual manera al mayor de ellos, a la Cabeza, razón por la cual los Papas firman sus documentos como el siervo de los siervos de Jesucristo. Concluye Jesucristo diciendo que quien se humille será ensalzado y quien se gloríe será humillado.

Frecuentemente somos arrastrados o impresionados por el grandor y espectáculo de las cosas de este mundo. Lo mismo sucede cuando somos distraídos por los aires de grandeza de las falsas religiones. La ya frecuente expresión de que: ¿puede, tanta gente, estar equivocada? Se presenta como un argumento que señale que las cantidades numéricas, el poder y el volumen estén en lo correcto.

Esta decepción diabólica, frecuentemente tiene éxito en engañar a los incautos.

La historia y nuestra simple inteligencia nos dice que la mayoría está casi, sino siempre, en el error. La verdad la encontramos en la minoría. Jesucristo y sus apóstoles fueron siempre una minoría, aún cuando eran seguidos por una gran multitud. Fue esta multitud que a gritos pedís Su sangre.

Frecuentemente, Dios nuestro señor, escoge a los humildes, los débiles, los insignificantes de este mundo, para realizar sus designios y manifestar Su gloria.

De esta manera se asegura que el honor y gloria sea sólo para Él.

Todos sabremos que el único instrumento usado por Dios, es el ser humano, simple y humilde. Esto es algo que todos y cada uno de los santos entendió y puso en práctica. De manera especial debemos centrar nuestra atención en San Francisco, ejemplo vivo de las maravillas de la gracia y misericordia de Dios en nosotros.

San Francisco tomó las palabras de Jesucristo y las directrices encomendadas a sus apóstoles literalmente en su corazón. Buscó practicar de manera perfecta en sí mismo, hasta donde le fue posible, todo lo que Jesucristo había ordenado. La Regla de San Francisco está tomada directamente del Evangelio. Ve y vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven sígueme. Pero de manera principal San Francisco tomó como forma de vida las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando señala que debemos ser humildes.

San Francisco siempre buscó ser humilde, y servir a los demás.

De la semilla insignificante, del ejemplo que sembró san Francisco, nació la más grandiosa Orden Religiosa, dentro de la Iglesia católica.

En su amor obediente y humilde, San Francisco se convirtió en el reflejo mismo de Jesucristo. La manifestación máxima de amor es la imitación sincera. San Francisco logró este amor e imitación de Jesucristo de manera tan perfecta que Dios le recompensó estampando en su cuerpo las heridas impresas en el cuerpo de Cristo.

San Francisco no buscó honor ni gloria. Sino humildad, pobreza y lo más insignificante. Buscó en todo momento imitar de manera perfecta a Jesucristo. Y a manera de recompensa de este profundo amor e imitación, al extremo de la renuncia de sí mismo, San Francisco es ahora elevado al lugar más encumbrado del Cielo.

Además de que esta Orden Religiosa por él fundada, está profetizado, que será la única en sobrevivir en la Iglesia Católica hasta la consumación de los siglos.

Este amor extremo y forma de imitación, no es para todos. No todos pueden seguir a nuestro Señor como lo hizo san Francisco, en la pobreza absoluta, celibato, sufrimientos etc. hay muchos santos que fueron ricos y vivían de manera confortable, casados, etc. sin embargo, todos estamos llamados a ser humildes. Todos debemos entender que somos verdaderamente insignificantes y que Dios lo es todo.

Podemos claramente entender, de la lectura de hoy, que Jesucristo nos manifiesta la forma en que es construido su Reino. Vemos más evidencias en la vida de los santos. Nuestra fe, la razón y la historia misma nos señalan la verdad de todo esto. Luego entonces, ¿por qué buscamos la espectacularidad de las mayorías para seguirlas?

¿Por qué no encontramos paz, tranquilidad y alegría, en la humildad, tomando nuestras cruces y siguiendo a Jesucristo, a pesar del ridículo y burla que profesan contra nosotros, la mayoría?

¿No es mejor estar solos al lado de Jesucristo en los sufrimientos y dificultades que, permanecer en una multitud que celebra su condenación eterna y miserable en el infierno?

Saturday, November 7, 2009

DOMINGO 23 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

8 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

En el evangelio de hoy nos damos cuenta de dos de los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo.

El primero es en relación a la mujer que padecía un flujo de sangre. Debido a la enfermedad, ésta pobre mujer era considerada impura y por lo tanto se le prohibía disfrutar de la mayoría de los placeres de este mundo. Gastó, todo su dinero en consultar doctores y probar todos los remedios, sólo para enterarse que su situación se agravaría cada vez más. Marginada, reducida a una pobreza extrema, y castigada con una enfermedad mucho mayor, esta mujer es abandonada sin recursos ni ayuda.

Para la mayoría de la gente, esto es visto como una gran maldición, sin embargo, para Dios, es una tierra fértil en la que nacería una fe extraordinaria. Las gracias que esta mujer recibió de Dios, de manera abundante, compensaron todos los sufrimientos por los que tuvo que pasar. Escuchar las palabras de aliento, salud y consuelo de nuestro Señor Jesucristo es de infinito valor. Sufrir lo que esta mujer sufrió (aun multiplicando sus dolores) no es nada, cuando se compara con la recompensa que recibió.

¿Cuántas veces, nosotros mismos, pensamos que nuestras vidas no son justas? ¿Qué Dios no es justo con nosotros? Cuando somos invitados a recibir algún sufrimiento, dificultad o enfermedad física, la consideramos como demasiado para nosotros. ¿Qué son nuestros sufrimientos personales, comparados con los de esta mujer? ¿Cuánto, más que nosotros han sufrido los santos y héroes de la Iglesia? ¿Dónde quedan nuestros sufrimientos comparados con los de ellos?

Nuestras quejas nos hacen convictos de un terrible pecado. Nuestra impaciencia y actitud negativa, de cargar con nuestras cruces, son un insulto a Dios nuestro Señor, una acusación blasfema de injusticia y afrenta en contra de Dios. ¿Cuántos se preguntarán, Dios diciendo? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho para merecer esto? Ó, mi prójimo es peor que yo, ¿por qué el, es recompensado y yo castigado?

Mientras que nuestras cruces nos alejan cada vez más de Dios, debido a nuestras quejas y actitud egoísta, deberíamos poner atención a la situación que esta pobre mujer, de quien nos habla el evangelio, y aprender esta lección tan importante. Si nuestro dolor es agudo o nuestras cruces mayores, debe ser porque nos espera una mayor recompensa, si perseveramos hasta el final. Debemos regresar a Jesucristo, todos nosotros, con el corazón lleno de verdadero arrepentimiento y amor, sabiendo que con sólo tocar su túnica seremos completamente sanados. No necesitamos que nos hable directamente El. Su gracia es superabundante y sólo necesitamos acercárnosle, para ser curados de nuestras enfermedades.

Debemos tener siempre en mente que Dios es Justo, luego entonces, esto nos explicará el por qué de nuestras cruces. Recordemos que Dios es la Sabiduría misma. El sabe la dimensión y peso de nuestras cruces, como conoce nuestra fuerza y habilidad para cargarla. Recordemos también que, puede quitarnos las cruces en cualquier momento y recompensarnos abundantemente por nuestra paciencia y perseverancia.

Con esto en mente, debemos empezar a ver nuestras cruces no como maldiciones, sino, más bien como bendiciones. ¿Dónde estaría la mujer del evangelio, si no hubiera sufrido tanto o aislada en la desesperación? Tal vez no se hubiera jamás acercado a Jesucristo; luego entonces, se quedaría sin recibir la salud y las gracias que la salvarían.

El segundo milagro que nuestro Señor Jesucristo realiza, y que leemos en el evangelio de hoy, consiste en la resurrección de la niña que había muerto.

Nuevamente vemos como la carga pesada de la muerte de su hija, es la ocasión para que este hombre se acerque a Jesucristo para obtener la vida nuevamente a su hija y la gracia, no sólo para ellos sino para todos los que fueron testigos de este milagro. La cruz fue, una fuente abundante de gracia y vida, que se manifestó sólo cuando este hombre, busca y encuentra a Dios.

De esto podemos aprender que no importa que tan grande y pesada sea la cruz que tengamos que cargar o el mal que debamos soportar, Dios puede cambiar todo mal, por bien.

Aún si estamos muertos en el pecado, podemos volver a la vida, nuevamente al llamado de Dios. Esto es un milagro mayor que el resucitar alguien de la muerte física. El alma es mucho más valiosa que el cuerpo. Jesucristo ha dejado este poder a sus apóstoles, para que lo ejerzan en Su nombre. La Iglesia Católica es la única que tiene y conserva esta potestad de realizar este extraordinario milagro en el sacramento de la Penitencia.

Una persona muerta por el pecado necesita acudir a Dios por medio de Sus representantes en este mundo. Lleno de arrepentimiento y humildemente lleno del conocimiento de su miseria, apoyado en la esperanza de los méritos de la muerte y sufrimientos de Jesucristo. Llenos de arrepentimiento, y con el propósito firme de hacer, por amor, todo lo que nos pide Dios.

Al momento en el que un verdadero sacerdote, actuando en nombre de Jesucristo, pronuncia las palabras de la absolución, un gran milagro se realiza: el alma que estaba muerta por el pecado, regresa a la vida.

Conforme cargamos con nuestras cruces, acerquémonos cada vez más a Dios nuestro Señor en Su Iglesia, sacramentos y ministros para recibir la gracia, salud y si es necesaria, la misma salvación eterna.

Que así sea.