Saturday, August 28, 2010

DOMINGO 14 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

29 DE AGOSTO DE 2010

Queridos hermanos:

El día de hoy nuestra santa madre la Iglesia nos recuerda que somos más que cuerpo y sangre. Jesucristo Nuestro Señor nos dice en el evangelio que no debemos preocuparnos demasiado sobre nuestras necesidades físicas, de esta vida. Tenemos cosas más importantes a considerar.

Las aves del campo, no siembran ni cosechan o guardan en graneros y tienen lo suficiente para comer, porque Dios las alimenta. Las flores del campo no se preocupan por sus ornamentos y sin embargo son más hermosas que el Rey Salomón en sus mejores galas.

Dios se encarga de todo esto y el hombre espiritual sabe que Dios así lo hace con él. El hombre espiritual sabe que tiene un alma que es mucho más importante que la alimentación, vestido, donde vivir y todo lo demás. Si busca el reino del cielo sobre todas las cosas, su Padre Celestial, proveerá y cubrirá todas las necesidades de su cuerpo.

El cuerpo tiene necesidades y deseos que son mucho más perspicaces y sensibles por el mundo que no conoce a Dios. Las necesidades y deseos del alma son mucho más intensas y sentidas con mayor rigor por el hombre espiritual. Sus necesidades físicas son menores y secundarias cuando son consideradas con las necesidades de su alma.

En la epístola de hoy, san Pablo continúa en la misma dirección. Contrasta las obras de la carne con las del alma, lo material con lo espiritual, el bien con el mal.

Las obras de la carne son muchas: fornicación, deshonestidad, impureza, lujuria, culto de ídolos, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y otras cosas semejantes. Todas estas obras que san Pablo refiere causan un gran desagrado físico y perturban la tranquilidad del alma.

El cuerpo, cuando es consentido, se carga de energía que lo hace ocuparse sobre manera en todas estas maldades. El cuerpo no razona, o considera alguna otra cosa que no sea la ilusión presente del placer y la libertad del incauto. La responsabilidad es arrojada al viento. Sin embargo, hay un precio que pagar, aún para el cuerpo, cuando todo se ha dicho y hecho. El cuerpo una vez lleno de energía, se agota y fastidia, se hace victima fácil de todo tipo de enfermedades y males.

Quienes viven en tales circunstancias tan desenfrenadas sufren físicamente las consecuencias del abuso que han multiplicado en sus cuerpos.

Si todo esto, no fuera razón suficiente para evitar los males de la carne, consideremos lo que se sufre, mucho más, en la conciencia, muy dentro del alma. Los dolores de la muerte del alma atormentan al pecador, más allá de la descripción posible en palabras.

Al ser muerta, la vida del alma y consecuentemente de la gracia, el cuerpo es informado de estos hechos, lo cual le acarrea gran miseria y sufrimiento. Como consecuencia natural, el cuerpo empieza a manifestar en sí mismo el mal que ha tomado posesión de su alma. De inmediato empezamos a ver físicamente, el horror y maldad que habita en tales individuos. La cara del pecador empedernido empieza a tomar los rasgos de la muerte al ya no haber verdadera vida en el.

Sin embargo, para quienes practican las obras del espíritu: La caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. Reciben paz y salud tanto para el alma como para el cuerpo. Así como los pecados del cuerpo lo debilitan, así las obras del espíritu le dan fuerza, fortaleza y vida al alma.

Cuando el ama está en esa condición, de la misma manera se expresa a través de los rasgos físicos del cuerpo. Cuando la gracia de Dios se encuentra presente en un individuo, no importa que tan grande sea el sufrimiento que este cuerpo recibe; la cara y el cuerpo en general muestran una gran armonía, belleza y gozo que va mucho más allá de cualquier descripción. Las enfermedades o la vejes pueden tomar lugar y cobrar peaje aparente en el cuerpo, sin embargo, la persona que goza de la vida del ama y está constantemente creciendo en la gracia de Dios es portadora de la paz y gozo que la continencia trae consigo y que derrota la muerte lenta que debe tomar su curso en el cuerpo humano.

Si buscamos antes que cualquier otra cosa el reino del Cielo, el bienestar del alma, encontraremos no sólo paz, gozo y vida del alma sino que incluso lograremos todo lo que necesitamos para el cuidado del cuerpo. Aún en la privación física, el alma es capaz de alimentar y rejuvenecer al cuerpo en sí mismo, como lo hemos visto manifiesto en la vida de muchos santos.

No debemos tener ningún temor de vivir la vida espiritual y confiar en Dios que nos ha prometido cubrir todas nuestras necesidades tanto físicas como espirituales. Todo esto lo podemos constatar en la vida de los santos. Lo que si debemos temer es tener una vida sin Dios y alejada de la gracia, porque no importante que tanto ganemos físicamente, porque sería absolutamente sin ningún valor, si nuestro cuerpo y alma son ahora y por toda la eternidad atormentados.

PAZ Y BIEN

Saturday, August 21, 2010

INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

22 DE AGOSTO DE 2010

Queridos hermanos:

Consideremos a María Santísima en su inocencia y pureza, al píe de la cruz de su Hijo Jesucristo- verdadero Dios y Verdadero Hombre.

La explicación de San Juan en el Evangelio de Hoy es en cierta manera lacónica, se nos permite llenar nuestro corazón de todo lo que fue expresado sin palabras o entendimiento humano, en un nivel mucho mayor a las palabras empleadas por cualquier otro ser.

Debemos permitir a nuestra mente y corazón viajar en el tiempo y ser testigos de este hecho, una y otra vez para recibir la gracia de lo que esto significa para el bien de nuestra alma y que empiece a cambiar nuestra vida.

Cuando consideramos la crucifixión de Jesucristo nuestro Señor, frecuentemente pensamos en el dolor y sufrimiento, vemos a los ladrones crucificados a lado de Cristo N. S. pero por ahora hagamos esa escena a un lado y concentremos nuestra atención en lo que nos presenta el evangelio de hoy.

A los pies de Jesucristo Nuestro Señor crucificado permanecieron tres mujeres y san Juan. Están lo suficientemente cerca no sólo para ver a nuestro Señor y ser vistos por El, sino que están lo suficientemente cerca para escucharlo hablar. Haciendo a un lado todo esto, Jesucristo crucificado, en los últimos sufrimientos y dolor de la muerte, busca asegurar el cuidado físico de Su Madre. Todo lo demás debe tomar un segundo lugar en nuestra mente. Los judíos, los soldados, los ladrones, la oscuridad del cielo, las multitudes, todo es olvidado por un momento. Incluso, las dos otras mujeres son, igualmente desatendidas. Nuestro Señor centra su atención en Su Santísima madre. “Mujer he ahí a tu Hijo”. Aún en la agonía de la muerte, está al cuidado de Su madre. Con esto, nos está mostrando la deuda que tenemos con nuestros padres. No sólo nos dio Dios los Diez Mandamientos, sino que aún en el último momento de su vida nos demuestra lo importante que es honrar a nuestros padres.

Es verdad que también nos dice, Nuestro Señor, que no debemos obedecerlos cuando son un obstáculo en la salvación de nuestra alma, sin embargo, cuando nuestros padres no son un impedimento para el progreso espiritual, les debemos todo.

Es aquí donde vemos a María Santísima, no interferir o quejarse ante esta insoportable escena, de la crucifixión de su Hijo inocente – el Hijo de Dios. Sólo quien ha sido testigo del sufrimiento de alguien muy amado, puede imaginar el dolor que María Santísima sintió en su corazón y alma.

Frecuentemente pienso que el sufrimiento físico que sufren los padres hacia sus hijos, no es lo suficientemente grande como lo es el dolor y sufrimiento del alma y corazón que sufren estos padres amorosos al ver los sufrimientos de sus hijos.

Entender esto nos ayuda a ver los sufrimientos del corazón de María Santísima.

De la magnitud que haya sido el sufrimiento en Su corazón, está María Santísima cooperando completamente con Cristo, ofreciendo este sacrificio de Si mismo en reparación de nuestros pecados. Es de esta forma que se ha convertido ya en nuestra Madre. Sacrificó a su propio hijo, (Dios mismo) para que nuestros pecados fueran lavados y resucitemos a la vida con Jesucristo.

De esta manera Jesucristo nos confirma lo que estamos diciendo con las breves palabras: “He ahí a tu hijo” y, a menos que perdamos de vista esta obligación que Jesucristo coloca sobre nosotros, Jesucristo nos habla a nosotros en voz de san Juan: “He ahí a tu madre”. De la misma manera que tomó para sí mismo estas palabras, san Juan, debemos hacerlo nosotros.

Nuestra Santísima Madre María, nos ha amado con un amor que es tan cercano a lo divino como le es posible a una creatura amar. Ella, ha sacrificado voluntariamente lo más precioso y valioso, su Divino Hijo Jesucristo, para que nosotros podamos recibir la gracia y la vida eterna. Este sacrificio es mucho más meritorio ya que es más comprometido. Hubiera sido más fácil para nuestra Santísima Madre haberse sacrificado ella misma por nosotros en lugar de hacer sufrir a su Hijo.

Cuantos padres de familia tomarían en si mismos todo el dolor y sufrimientos posible por sus hijos, con tal de no verlos sufrir. Cuesta mucho más, sacrificar aquello que amas, más que a ti mismo, que sacrificarte tú mismo. Jesucristo Nuestro Señor ya lo ha dicho: no existe mayor amor que, sacrificar la vida por aquellos a quien amamos. El amor de María Santísima se acerca mucho al amor que Jesucristo siente por nosotros. Aceptó el mayor de los sacrificios, al sufrir por Jesucristo a quien quiere mucho más que a su vida misma.

Inocente, santa y pura, sin culpa alguna, María Santísima sufre por nosotros, como lo hizo su Hijo Jesucristo (No físicamente como El, pero sí de manera espiritual). Su amor nos exige que le mostremos total gratitud, respeto, honor y amor, que esta madre merece. Es verdadera Madre nuestra y la mejor de todas las madres.

Tomemos a María Santísima como madre nuestra y acudamos a ella en todas nuestras necesidades. No olvidemos nunca acudir a ella en nuestras presentes necesidades, imitemos a Jesucristo dando honor, amor y todo el respeto que ella merece.

Encontremos en ella toda la tranquilidad del alma y cuerpo que necesitamos en todas las ocasiones y tribulaciones. Y al momento de nuestra muerte acudamos a ella como lo hizo su Hijo Jesucristo.

Así sea.

Saturday, August 14, 2010

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

15 DE AGOSTO DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la Asunción al Cielo, de la Santísima virgen María. Donde ahora habita como Reina del Cielo y la Tierra.

El evangelio de este día nos presenta el humilde corazón y alma de María Santísima, que la hace merecedora de tanta Gloria. Las palabras del Magnificat son de gran instrucción para nuestra vida diaria.

“Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”.

Con estas palabras María nos da una breve descripción de lo que guarda su alma, verdadero tabernáculo del Espíritu Santo mucho antes de que el Hijo de Dios habitara en su vientre. Con Dios habitando en ella, naturalmente que empezó a magnificar o incrementar la presencia de Dios en este mundo.

Todos los que entraban en contacto con ella, no podían hacer otra cosa más que, ver la bondad que resplandecía en ella. De igual manera todos los hombres de buena voluntad recibían una chispa de este Divino huésped.

De esta manera Nuestra Santísima Madre incrementaba y engrandecía la presencia de Dios entre nosotros.

Con todo esto, María Santísima nos muestra la plenitud en ella del plan original de Dios, en la creación. Cuando Dios creó al hombre lo colocó en el Paraíso Terrenal, desde donde tenía la comisión de extender este paraíso sobre la faz de la tierra, expulsando a los demonios y su maldad.

La misión del hombre era engrandecer la presencia de Dios sobre la tierra. La creación entera estaba y aún está esperando la venida del Hijo de Dios. El desorden existente en todo el mundo pide a gritos el retorno al orden establecido por Dios.

El primer hombre falló en lograr esto, en lugar de aumentar y lograr la presencia de Dios, hizo todo lo contrario al reducir la presencia de Dios en el mundo y en su corazón, logrando con esto expulsar al Paraíso, de su entorno y de su alma.

Esta ha sido la herencia de nuestros primeros padres. Venimos a este mundo sin la presencia de Dios en nosotros. Sin embargo, con la Concepción Inmaculada de María Santísima hemos recibido una segunda oportunidad, es decir, hacer posible que Dios habite en nosotros.

La santísima virgen María vino a este mundo llena de la gracia de Dios y nunca la expulsó de su alma. Y en este estado tan complaciente a Dios, (quien tiene gran alegría al estar con los hijos del hombre) vemos que la gracia de Dios se propaga en todos los que entran en contacto con Ella.

En este estado espiritual vemos que, no sólo fue digna en llevar la presencia de Dios en su alma, sino que más aún fue verdaderamente merecedora de recibir la tremenda gracia de que Dios habitara en su vientre y la llamara Madre.

Así lo vemos en el evangelio de hoy, al visitar a Santa Isabel, quien expresa la maravilla más hermosa que ha tomado lugar en María Santísima y la gracia que resplandece en Jesucristo al vivir en Ella causando la alegría del infante en su vientre.

María santísima nunca perdió el estado de la gracia de Dios luego entonces constantemente incrementaba la presencia de Dios en ella. Aún en nuestros días vemos que, los que mantienen una verdadera devoción a la Madre de Dios reciben por medio de ella grandes gracias.

De esta manera el plan original de Dios, gradualmente y de manera lenta desde nuestro punto de vista, se va realizando. El número de los elegidos que tienen el alma que ha de glorificar a Dios es atraído a María santísima, la verdadera fe y a Jesucristo. Cuando el número de los elegidos sea sellado y completo, el resto de los mortales será purgado.

Se renovará la faz de la tierra y en ese momento todo estará en el orden debido, al vivir todos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros. El plan original de Dios será realizado. El hombre habrá propagado el Paraíso Terrenal sobre toda la tierra. Toda la maldad habrá sido rechazada. Dios habrá experimentado el deseo y alegría de permanecer con los hijos del hombre.

La asunción de María Santísima nos muestra la alegría que nos espera en el Cielo y después de la resurrección general. Sin embargo, para poder alcanzar este nivel es necesario que imitemos la vida de María Santísima y permitir que Dios y Su gracia impregnen nuestra alma al humillarnos completamente y hacer espacio para que habite en ella.

Dios no puede habitar en una parte de nuestra alma, debe ser total y completamente. No puede haber espacio para nadie ni nada más. Sólo de esta manera reunimos los requisitos, como debe ser en el Plan de Dios y ser como María Santísima; almas que glorifican al Señor, nuestro Dios y Salvador.

Así sea

Saturday, August 7, 2010

DOMINGO 11ro. DESPUÉS DE PENTECOSTES

8 DE AGOSTO DE 2010

Queridos Hermanos:

Contamos con muchos sacramentales alrededor nuestro, sin embargo, la mayoría de la personas no aprecian el valor de estos. Los sacramentales son como los sacramentos, sin embargo son algo diferente.

Los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo Nuestro Señor y dan la gracia por la eficacia con la que fueron destinados otorgar, siempre y cuando el que los recibe no ponga ningún obstáculo para ello. Los sacramentales fueron instituidos por la Iglesia y, su eficacia radica en la bendición y oración instituida por esta misma.

Los sacramentos son necesarios y ordenados por Dios, mientras que los sacramentales son sólo recomendaciones de la Iglesia como acciones benéficas y de gran ayuda. Los sacramentales son todas aquellas cosas que la Iglesia bendice y consagra para la adoración divina, y para nuestro uso piadoso, tales son, el agua bendita, aceite, sal, pan, vino, rosarios, palmas, medallas, altares y cálices; también lo son las bendiciones, exorcismos, consagraciones y dedicaciones usadas por la Iglesia.

Desde la caída de Adán, todas las criaturas de este mundo se encuentran en un estado de total desorden; son los hijos de Dios quienes están constantemente buscando restablecer este orden perdido. Es por medio y uso de los sacramentales que todo católico tiene el poder de lograr esto. Los demonios abundan en este mundo buscando completar el caos total, promoviendo el desorden y todo tipo de maldad.

Estos demonios toman posesión sobre los animales, propiedades, alimentación y la gente misma. El objetivo final de estos demonios es la condenación eterna de las almas. La destrucción de todo orden y verdad, establecida en todo lo creado por Dios.

Cuando hacemos uso de los sacramentales con verdadera fe, podemos y de hecho logramos expulsar a los demonios. El simple hecho del uso de la santa cruz para persignarnos que aprendimos desde niños, es una de las armas más poderosas para hacer correr de nosotros, a los demonios. Sin embargo, muchos católicos, por no tener cuidado, vergüenza o por negligencia, rara vez hacen la señal de la Cruz, y cuando lo hacen, va acompañada, de ligerezas o temor, al hacerlo escondidas para que nadie los vea. Parece tan incongruente que empuñemos una de las armas espirituales más poderosas y nos quedemos asustados por temor al qué dirán. Con este tipo de católicos, nos preguntaríamos acaso ¿Por qué están los demonios, ganando la batalla por las almas?

La Señal de la Cruz es la representación, para el mundo y los demonios que, Jesucristo Nuestro Señor los ha conquistado a ellos y a la muerte y que nosotros, como sus seguidores haremos lo mismo. Esta señal es odiada y temida por los demonios, especialmente cuando se hace con esperanza y fe, por que los manda expulsados de regreso al infierno. Cuando agregamos a esta práctica, el uso del agua bendita, evitamos muchas caídas en esta vida, porque los ministros del desorden y perdición se mantienen alejados de nosotros. No sólo se evitan los males espirituales, de igual manera son reducidos los males físicos.

Es importante tener en mente que los sacramentales no son supersticiones, u objetos de buena suerte; son armas espirituales que debemos utilizar como protección y armadura en la lucha por la salvación eterna de nuestra alma. Debemos usarlos con fe y confianza, como lo hacen los guerreros con sus escudos.

En ocasiones sucede que los demonios nos ganan la pelea aún con el uso adecuado de estos sacramentales; la razón es muy simple. Frecuentemente es para nuestro propio bien, sufrir algún tipo de maldad, Dios lo permite para fortalecer nuestra salvación. Por lo tanto al hacer uso de estos sacramentales y al hacer oración nos resignemos hacer la Voluntad de Dios, ya que El sabe lo que es mejor para nosotros.

Sin embargo, debemos resistir la tentación de no tener cuidado en nuestra batalla, al caer en la presunción de que se haga la voluntad de Dios, sin nuestra colaboración. La voluntad de Dios es que luchemos valientemente y hagamos uso de las armas que nos ha dado en los Sacramentos y en los sacramentales a través de la Iglesia.

Los sacramentales también nos traen tanto bienes espirituales como materiales. Tienen el respaldo de la oración total de la Iglesia militante, purgante y triunfante para que las cosas buenas de Dios sean obtenidas por medio de su uso.

Debemos intentar, siempre hacer uso de estos con fe y confianza, debemos tener una buena intención; especialmente de forma espiritual. No podemos esperar que Dios escuche nuestras peticiones por razones mundanas únicamente o por el mal deseado a nosotros o a los demás. Debemos estar siempre resignados a la voluntad de Dios. Su Voluntad es la prueba y forma final, de saber lo que es bueno o malo para nosotros, ya que de nuestras propias fuerzas es incompetente saber lo que mejor nos conviene.

Finalmente, tengamos siempre un corazón puro o por lo menos un corazón arrepentido que, busque la ayuda de Dios en nuestra batalla diaria. Cuando los Israelitas pecaron y de manera impenitente estuvieron frente el Arca, fueron derrotados, por no estar adecuadamente arrepentidos de su maldad. Lo mismo sucede con nosotros y los sacramentales, si no tenemos un corazón puro y arrepentido no serán de ayuda para nuestra salvación eterna.

Así sea