Saturday, March 5, 2011

DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

6 DE MARZO DE 2011

Queridos Hermanos

Estamos a unos días del inicio de la cuaresma. Iniciando con el próximo miércoles que es el que conocemos como miércoles de ceniza. Tiempo de oración y penitencia.
San Pablo nos señala la actitud que debemos tener al entrar a este tiempo. Debemos hacerlo con una gran caridad. Con esta, recibimos la verdad, la fe y soportamos todas las cosas.

Jesucristo Nuestro Señor estuvo motivado por el amor a nosotros al libre y voluntariamente ir a Jerusalén para sufrir su muerte para que nosotros podamos vivir.

Nuestra Santa madre la Iglesia nos pide que sigamos a Jesucristo por lo menos en espíritu, al iniciar este tiempo de cuaresma. Es tiempo, como ya lo señalamos, de hacer penitencia, pero no solamente la que es tolerable; debe ser una penitencia que, debemos buscar y amar.

Lo que sufrió Jesucristo en Jerusalén es inimaginable tanto fue así que aunque les hablo sobre esto, claramente a los Apóstoles, estos no entendieron. Estuvo oculto ante su mirada hasta que fueron colmados con la gracia de Dios.

De igual manera nosotros, no logramos entender como Jesucristo, el Hijo de Dios, tuvo que sufrir tanto. Al mismo tiempo que consideramos todo el dolor que Jesucristo soporto nos lleva a reflexionar sobre la malicia y maldad de nuestros pecados. Fue por culpa de nuestros pecados que el sufrimiento de Jesucristo N. S fue necesario.

Se nos pide que sintamos odio y fastidio hacia nuestros pecados, para poder entender el daño que estos ocasionan.

Con este odio hacia nuestros pecados se nos pide hacer penitencia. Este odio, sin embargo, es balanceado con una gran caridad. Se nos recuerda que debemos hacer penitencia por el amor de Dios. El amor de Dios va mano con mano en el odio que debemos sentir por nuestros pecados. Con este espíritu encontramos placer en la penitencia porque nos da los medios necesarios para unir nuestro sufrimiento con Jesucristo y son estos, testigos de nuestro odio por la rebelión que ocasionan, en contra de Dios.

En nuestros pecados somos como el invidente que mendiga por la calle. El pecador está verdaderamente ciego a la verdad y vive su vida en una realidad virtual- imaginando que todo está bien en su pecado. Es alguien que inspira lástima porque a menos que sus ojos sean abiertos a su verdadera miseria nunca buscara abrirlos por sí mismo.

De esta manera, es necesario para nosotros imitar al invidente del que nos relata el Evangelio de hoy. Debemos clamar en nuestras oraciones al Hijo de David para que tenga misericordia de nosotros. En esta oración encontraremos los mismos obstáculos que encontró el invidente. Mientras el gritaba, la gente trataba de callarlo por ser inoportuno. De la misma manera el demonio y nuestros pecados harán lo mismo con nuestras oraciones para que no las escuche Dios. El demonio dentro de nosotros y el exterior, conspiraran para callar cualquier oración que hagamos.

En necesario que ante esta adversidad cuando nuestras oraciones están llenas de distracciones o somos tentados a pensar que estas no sirven de nada o son una pérdida de tiempo, veamos el momento oportuno de renovar nuestra fe e imitemos al ciego del evangelio y proclamar nuestra fe en una oración mucho mas perseverante.

Esto es lo que mueve al invidente del que nos habla el evangelio, a ser inoportuno y en cierta manera grosero. Es la actitud de este individuo que ocasiona que Jesucristo se detenga y le acerquen a este hombre para escuchar su petición y concederle el milagro que busca.

Este, creo yo, es el método que debemos utilizar para vencer los obstáculos que encontramos en nuestras oraciones y penitencias. Debemos hacer a un lado lo que es “razonable” para el mundo y los demonios. Debemos gritar fuertemente en nuestras oraciones y penitencias. Debemos hacer más oración, en lugar de eliminarlas.

Acerquémonos al tiempo de cuaresma con gran amor y de manera voluntaria. Abracemos la penitencia por el amor de Dios y odio por nuestros pecados pasados. Aumentemos nuestra fe para que sin ningún temor ni vergüenza hagamos oración con un fervor que se incremente al mismo tiempo que las tentaciones que quieren detenernos.

Que el invidente del evangelio de hoy interceda por nosotros para que recibamos la gracia de la perseverancia y fortaleza en todas nuestras oraciones y penitencias.

Que así sea.