Saturday, September 17, 2011

DOMINGO 14 ° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

18 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

No seamos solícitos de las cosas de este mundo. En nuestro bautismo hemos muerto para este mundo, junto con Cristo. Aunque vivimos en él, no somos de este mundo.

Somos de Cristo. Se nos ha dado una nueva vida de la gracia.

Ya lo recordábamos la semana pasada que, es bueno y necesario orar y pedir a Dios por el pan nuestro de cada día. Se nos recuerda igualmente que no debemos preocuparnos tanto por las cosas de este mundo.

Nuestro fin y objetivo principal es amar a Dios y nuestra felicidad eterna en el Cielo.

San Pablo nos dice que hagamos a un lado los pecados de este mundo y, ni siquiera mencionarlos entre nosotros. Cristo nos señala en el evangelio de hoy que Dios conoce nuestras necesidades y que El proveerá, ya que somos sus hijos.

Los paganos y quienes no conocen a Dios están siempre deseosos por las cosas de este mundo. Se preocupan y angustian por lo que van a comer, donde vivirán, que van a vestir etc. Todas estas cosas son también necesarias para nosotros, sin embargo, Dios no nos va a permitir perder tiempo tan valioso preocupándonos por estas cosas.

Hay cosas mucho más importantes que esto.

Dios es nuestro Padre y el nos cuida con amor y cariño. Nos da lo que necesitamos en todo momento y bajo todas las circunstancias. Aún en nuestras necesidades y miseria, eso es lo que necesitamos para nuestro propio bien y salvación.

Los paganos también son Sus creaturas, pero estos no entienden ni creen, por lo tanto tienen la excusa para perder todo el tiempo y pensamiento en obtener y preservar las cosas de este mundo.

Los hijos de este mundo, son muy sabios en sus caminos.

Los hijos de la Iglesia, por otro lado, parecen ser muy imprudentes. Creemos y proclamamos que somos hijos de Dios y que no hemos sido hechos para este mundo, sino para el Cielo. Este mundo fue hecho por Dios para nosotros y de esta manera logremos con mayor felicidad conocer, amar y servirle en este mundo y finalmente ser felices con Él en el Cielo.

Aún sabedores de todo esto, continuamos con nuestras preocupaciones y menesteres de este mundo, siendo negligentes con las cosas de nuestra alma.

En nuestras crisis económicas enfocamos toda nuestra atención en este mundo.

Nuestras oraciones van enfocadas sobre las cosas materiales, haciendo a un lado las espirituales. Dios nos ha enviado la situación económica actual en la que nos encontramos o la ha permitido. En cualquiera de los casos lo ha hecho para nuestro bien, salvación y crecimiento espiritual.

No debemos olvidarnos completamente de las necesidades de nuestro cuerpo, pero si debemos colocarlas en un segundo término comparadas con las necesidades del alma.

Dios quiere que nos ocupemos de las necesidades del cuerpo ya que este es Su templo. De igual manera quiere que lo busquemos con gran preferencia.

Al pedir por “el pan nuestro de cada día” no nos limitemos sólo a las necesidades de este mundo, pidamos de igual forma y, primeramente por las necesidades del alma y posteriormente las del cuerpo.

Cristo nos ha dicho en múltiples ocasiones que busquemos primeramente el reino de Dios y Su justicia y que todo lo demás se nos dará por añadidura. Los pecados que nos dice San Pablo debemos hacer a un lado, son causados principalmente, por olvidarnos de Dios y nuestra propia alma, consecuentemente de nuestro bienestar espiritual.

El pecado nos concentra en lo de este mundo y nos engaña en el intento por buscar la paz y la felicidad en las cosas que hay en este.

La práctica de la virtud, por otro lado, llevará nuestra atención a las cosas del espíritu e incrementar nuestros tesoros en el Cielo.

Dios es nuestro padre amoroso, nos da las cosas de este mundo y para nuestro cuerpo según las vamos necesitando. En algunas ocasiones nos priva de estos por obtener algún beneficio espiritual, tales como regresar nuestra atención hacia Él, como el dador de todo lo que recibimos.

Aunque Él desea darnos muchas y mejores cosas más. Desea llenarnos de beneficios espirituales, sin embargo se siente limitado ya que nosotros llenamos nuestro corazón con tantos cuidados y apego a la cosas de este mundo que no dejamos espacio para las cosas mejores que Él nos quiere dar.

Tratemos de remediar esto, poniendo toda nuestra confianza en Él, tanto en esta vida como la otra.

Así sea