Saturday, October 1, 2011

DOMINGO 16° DESPUÉS DE PENTECOSTES

2 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Hay varias cosas que debemos considerar y tomar en cuenta acerca de la lectura del Evangelio de este día.

¿Qué se nos permite hacer en domingo?

¿Somos humildes?

Cómo deben hablar nuestras acciones, sobre nuestra humildad
Y finalmente pero no menos importante, debemos considerar la recompensa que les espera a los humildes.

¿Qué nos obliga hacer, en Domingo? Debemos conservar santo el domingo porque es el día del Señor. Es principalmente un día de descanso y oración, un día dedicado a Dios y a nuestra alma. Tenemos los demás seis días para ocuparnos sobre las cosas materiales y de nuestro bienestar físico.

El domingo debemos poner atención a nuestro bienestar espiritual y se nos pide, pongamos especial atención a Dios, ya que no nos es permitido hacerlo los demás días de la semana por las múltiples ocupaciones que nos envuelven. Con las obligaciones del Sabbat movidas al primer día de la semana, el domingo, desde tiempos de los apóstoles, nos encontramos con que no estamos terminando la semana con Dios sino empezándola. Poniendo a Dios primero, es la mejor forma de empezar nuestras actividades, incluyendo la semana.

Por supuesto que existen ocasiones, como lo vemos en el evangelio de hoy, cuando es necesario permitir que las obligaciones y actividades del resto de la semana se junten el domingo, pero en tales ocasiones debemos recordar que todo lo hacemos por amor de Dios, y si nos es posible debemos restaurar en cualquier otro día lo que le correspondía al domingo. Amando a Dios, honrándolo, haciéndole alguna petición y adorándolo, nunca son fuera de tiempo ni rechazadas.

También nos pide, nuestro señor, que seamos humildes. Se nos recuerda no buscar los primeros lugares, si no el último lugar. Esto lo podemos hacer y lograr una vez que hemos reconocido nuestro desvalimiento.

Nuestro valer no se debe comparar con nuestro prójimo sino, con Dios. Jesucristo nos dice que es a Él a quien debemos seguir e imitar. Frecuentemente al compararnos con nuestro prójimo, terminamos como el fariseo que, llenando su cabeza con la peligrosa y dañina, vanidad y orgullo para finalmente despreciar a su prójimo.

Sin embargo si volteamos a ver a Jesucristo y a nosotros mismos, nos daremos cuenta que tenemos mucho por que aprender a ser humildes y mucho más de que avergonzarnos.

Nos dice Nuestro Señor Jesucristo que, debemos aprender de Él a ser dóciles y humildes de corazón. Una vez que reconocemos nuestras faltas y caídas en esta área; nos debe guiar una gran humildad a San Francisco y muchos de los santos, y poder considerarnos el peor de los pecadores.

Somos los peores pecadores no en comparación con nuestro prójimo sino en comparación con Dios. Somos sus hijos y el debe ser nuestro modelo a imitar: “Ser perfectos como su Padre Celestial es perfecto”

Si buscamos este último lugar, con gran humildad, nuestra vida estará en armonía con Jesucristo, que se humillo al tomar nuestra naturaleza humana. Jesucristo N. S. se hizo el último de los hombres, no el mayor de estos. Se humillo aún a la muerte en la cruz.

Después de esta muerte terrible resucitó de entro los muertos y ahora se encuentra sentado a la derecha del Padre Celestial. De ser el menor e insignificante, es ahora el Mayor de todos.

Esto es lo que nos está diciendo al sugerirnos que el ultimo será el primero, quien se exalta será humillado y viceversa. Debemos seguirlo, muriendo a nosotros mismos, día a día.

Levantamos nuestra cruz y lo seguimos diariamente, al pacientemente soportar los pesares y obstáculos de nuestra vida y buscar nuestro lugar adecuado con gran humildad y verdad. Si Jesucristo que es Dios hizo esto por nosotros, quienes somos para pensar que esto es algo denigrante. En toda verdad nosotros deberíamos sufrir todo lo que Jesucristo inocentemente, sufrió por nosotros. Por lo que cualquier mal que recaiga sobre nosotros es sólo el resultado de nuestros pecados. Además que no debemos considerarlo como un mal lo que nos sucede ya que esto nos abre el camino a la salvación.

Si aceptamos esta recomendación y voluntariamente aceptamos y tomamos el último de los lugares en esta vida encontraremos una gran recompensa en el Cielo porque hemos fielmente imitado a nuestro modelo a seguir Jesucristo Nuestro Señor.

Así sea