Saturday, January 28, 2012

CUARTO DOMIGO DESPUÉS DE EPIFANÍA

29 DE ENERO DE 2012

Queridos Hermanos:

En estos tiempos, nos encontramos espiritualmente sacudidos por las olas del error y la maldad. De pronto nos parece como si todo fuera a ser destruido, en esta tempestad espiritual. Y de igual forma nos parece como si Dios estuviera dormido y no le interesa nuestra seguridad.

Es verdaderamente el tiempo para pedir auxilio a Dios como lo han hecho los apóstoles, según nos lo relata el evangelio de hoy. Aunque Cristo, los reprende por su falta de fe, de igual manera contesta a sus oraciones con gusto y para reconstruir lo que hace falta en su fe, con un milagro.

La tempestad no sólo era conocida por Cristo, sino que además, fue creada por El mismo. Cristo como Dios manda la tempestad y prepara todo para que sucediera como debía hacerlo. La tempestad no llega a ellos por accidente o por algún espíritu del mal. La tempestad llega a ellos porque Dios así lo dispone.

Frecuentemente, también nosotros, fallamos en entender que los desafíos espirituales por los que atravesamos, no son hechos aislados producto de la casualidad, ni de espíritus malignos; sino que más bien, son enviados por Dios. Dios permite (o envía) estas cosas, para nuestro crecimiento espiritual. “Todo sucede para el beneficio de los que aman a Dios”

Las tormentas espirituales en nuestra vida, no son para destruirnos sino para salvarnos. En cierta manera podemos decir que estas tormentas son para destruir nuestros vicios, especialmente el de vanidad y orgullo. En medio de la tempestad, debemos aprender algo de nosotros mismos. Debemos descubrir nuestras propis debilidades e inhabilidad para salvarnos a nosotros mismos.

Ante esta humillante realidad debemos acudir a Dios y pedir Su ayuda. En esta oración y respuesta a nuestra suplica, debemos crecer en nuestra fe en Dios, pero más aún, en nuestro amor por Él. Debemos aprender que Dios reprende a los que ama.

La tormenta espiritual en la que nos encontramos en alarmante para quienes no han experimentado la fe o están muy débiles en esta. Deben sentir el volumen y peso de esta tempestad para que puedan sentirse humildes y casi forzados a solicitar el auxilio Divino y Su misericordia.

Quienes han experimentado varias tormentas espirituales encuentran la paz y tranquilidad en medio de estas. Han aprendido a ver la mano de Dios en todo lo que sucede. Han aprendido a ser agradecidos con estas cruces y sufrimientos porque han aprendido que son necesarias para su mayor beneficio.

Es un gran escándalo ver herejías y cismas por todos lados, volando por todas direcciones, sin embargo todo esto es necesario. Jesucristo nos dice que debe haber escándalos, pero al mismo tiempo nos advierte ¡hay de aquel, por quien suceda el escándalo! Y agrega que más le valdría a tal persona no haber nacido. Estos son por lo tanto, días muy difíciles, en los que Dios ha sido expulsado de casi todo aspecto de la vida del hombre.

La maldad es promovida como algo bueno. Todo lo santo y sagrado es destruido y pisoteado. Existe una idolatría casi universal, al ocupar todo lo de este mundo, el lugar de Dios. Dinero, sexo, placer, poder, diversiones, etc. Todo esto está antes que Dios y Sus mandamientos.

Quienes, con la gracia de Dios, reconocen y se sostienen en la verdadera fe, son pocos; estos pocos son escandalizados en todas direcciones, en nuestros días.

Que cada quien responda según su fe. Quienes son bebes en su fe, que aprendan la verdad humillante de sus debilidades e inhabilidad y que supliquen por la ayuda de Dios en sus oraciones.

Quienes son de una fe mucha más madura y han aprendido la humildad y mansedumbre de Jesucristo, que ofrezcan su amor y gratitud a Dios, con la calma y simpleza del santo Job “Dios me lo ha dado, Dios me lo ha quitado, bendito sea el nombre del Señor”

Maduremos como los apóstoles, quienes después de Pentecostés resurgieron de sus sufrimientos alegrándose al encontrarse dignos de sufrir, todo lo que sufrieron, por el Nombre de Jesús.

Que aceptemos todos, nuestras cruces, de manera voluntaria y con agradecimiento por el amor de Dios, como Jesucristo lo aceptó por amor de nosotros.

ASÍ SEA

Saturday, January 21, 2012

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA

22 DE ENERO DE 2012

Queridos Hermanos:

El día de hoy nuestra Santa Madre la Iglesia, nos muestra, dos de los milagros realizados por Nuestro Señor Jesucristo. La salud del leproso y la el sirviente del centurión.

La lepra la vemos como un símbolo de pecado y todo lo que este hace al alma.

Mientras que el centurión se nos presenta con fe y esperanza y todo lo que estas virtudes son capaces de obtener.

Es verdad que el leproso también tenía fe, sin embargo debe ser considerado por nosotros meditar un poco sobre la terrible enfermedad de la lepra y como simboliza el daño del alma.

El leproso estaba marginado de la sociedad y obligado a vivir alejado de los que están sanos. El pecador, de igual forma, se aleja espiritualmente de los demás porque el pecado te separa y aleja del Reino de Dios.

Hasta que cada pecado es limpiado y purificada el alma, no podremos entrar al Cielo. El pecado es el obstáculo a la sociedad y a la unión con Dios.
La lepra era una de las enfermedades más repulsivas y que desfiguraban a quien la padecía.

Toda la piel se cubre de yagas que no sanan de ninguna forma. La carne muere y se va desprendiendo en pedazos, sufriendo la persona que la padece en gran dolor y humillación. De la misma manera el pecador ha desfigurado su alma y la ha hecho aún más repulsiva que el cuerpo del leproso. El leproso con frecuencia trataba de esconder sus lesiones de los demás.

Lo mismo hace el pecador, monta un espectáculo que pretende esconder lo horrible que luce su alma. Mientras que por fuera está limpio dentro de sí y sus entrañas están corroídas y decrepitas.

Son, como nos lo dicen las Sagradas Escrituras, sepulcros emblanquecidos, llenos de podredumbre por dentro (San Mateo 23:27), de la misma manera el pecador su apariencia es hermosa cuando esta todo podrido y carcomido por dentro.

Existe la cura para el leproso de la misma manera como la existe para el pecador. De la misma manera, como le dice Cristo al leproso que se presente ante el sacerdote, de igual forma le dice al pecador que se presente ante este. Cuando el sacerdote expresa las más hermosas palabras de la absolución, toda la corrupción y podredumbre es eliminada. De la misma manera que sucede con el leproso. Se le da una vida nueva al leproso, como se le da al pecador arrepentido, por el sacerdote, en el sacramento de la penitencia.

No olvidemos la fe del centurión, reconociendo que Cristo es Dios y por lo tanto todo poderoso, se presenta ante Él en nombre de su sirviente. Esta es una manifestación muy profunda de confianza y fe en el poder de Dios al decirle.

“Señor, tan sólo di una palabra y mi sirviente sanará” humildemente ha pedido y reconocido ser, no merecedor, pero su fe y confianza en Dios lo han llenado de esperanza y valor para pedir.

Es la fe que se expresa en el pedir que sea más valiosa y creo yo, la de mayor importancia en nuestros días. Estas palabras son tan importantes que Nuestra Santa Madre Iglesia ha puesto en nuestros labios todas y cada una de las veces que acudimos a recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión.

Hay muchas cosas más que decir sobre este tema, pero el espacio me limita. Ya que me gustaría dirigir la atención a la situación actual de la Iglesia.

Una gran cantidad de católicos están muy alejados de los sacramentos, verdaderos y seguros, para sanar y nutrir su alma. La distancia y la no frecuencia, de ser capaces de alimentar y nutrirse espiritualmente, y no poder recibir estos sacramentos, son motivo de gran tristeza para nosotros.

Con frecuencia aquellos de poca fe se llenan de ansiedad y desesperación en lo que a su alma concierne. Debemos sin embargo, mirar al centurión, y considerar que aunque no podamos acudir a Cristo físicamente, Su gracia es capaz de venir a nosotros. Dios es todo poderoso, y no está limitado por el tiempo ni el espacio, como nosotros.

Con tanta tecnología moderna que nos ha dado Dios, en verdad, no estamos tan alejados de Su Iglesia. Aún mucho antes de toda esta tecnología, sabemos que nuestra alma siempre estuvo protegida y no estuvo limitada del todo. Hemos aprendido a hacer actos de contrición aún si no podemos acudir a la confesión, y hacer comuniones espirituales.

Hemos aprendido a hacer ofrendas por la mañana y expresar nuestro deseo de asistir espiritualmente a l santo sacrificio de la misa que se celebre en cualquier parte del mundo, y recibir las gracias e indulgencias, que logremos recibir cada día.

No olvidemos la espiritualidad que hemos recibido de la Iglesia y que se nos ha manifestado de manera extraordinaria por el centurión, en el evangelio de hoy.

Unirnos espiritualmente con los verdaderos ministros de Dios, cada día, y durante este, ofreciéndonos nosotros mismos y orando a Dios, conocedores por nuestra fe, que no es necesario que Él venga a nosotros, sino que tan sólo diga una palabra y sanará nuestra alma.

Así sea.

Saturday, January 14, 2012

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA

15 DE ENERO DE 2012

Queridos Hermanos:

Nuestro señor Jesucristo asiste a la boda para grabar en nosotros la santidad del matrimonio. Vemos que cambia el agua en vino, no para satisfacer su sed ni la de los invitados. Esto lo hace para que la gente crea en Él.

Jesucristo no cambió en pan las piedras, cuando tenía hambre y que fue tentado por el demonio. Jesucristo no vino a satisfacer las necesidades del cuerpo sino las del espíritu. Cambia, en la boda, el agua en vino, a petición de Su Madre y no la del demonio; además porque sería el primer milagro para Sus discípulos, para que creyeran en Él.

Podemos ver claramente en este primer milagro de Jesucristo lo siguiente:

1.- Jesucristo es Dios,

2.- Que honra y confirma con Su presencia, y el primero de sus milagros, el estado matrimonial.

3.- de esta manera Nuestro Señor confirma a sus apóstoles en que crean en Él.

Sabemos que Dios sacó a la primera mujer Eva de Adán, sin la ayuda de la mujer. Así como, envió a Su Hijo a través de María, sin la ayuda de ningún hombre. De esta manera podemos concluir con san Pablo que, el estado virginal del hombre, es el más perfecto. Este es el estado que Dios ha honrado desde el principio.

Sin embargo, este no es el plan divino para todos los seres humanos. La intención de Dios es que el hombre se case y tenga hijos, por amor a Él. Quiere que cada esposo sea sólo de una esposa y viceversa. También quiere que esta unión de un esposo con una esposa sea para toda la vida. Sólo la muerte daña esta unión.

Dios conoce las tribulaciones y complicaciones que este estado pone sobre nuestra pobre naturaleza humana, por lo que ha dado la gracia, como lo hizo en la boda, elevándolo al estado sacramental (es decir que imprime las gracias necesarias para poder llevar esta vocación, siempre y cuando ambas partes colaboren con Él).

Con frecuencia quienes entrar a este estado, lo hacen con las intenciones equivocadas, para el detrimento de su alma e insulto a Dios. El matrimonio se nos da para que nos asemejemos cada vez más y de manera perfecta a Dios. Los dos, unidos en uno sólo, es la reflexión del Cuerpo Místico de Jesucristo.

El hombre y la mujer han de ser uno en la carne, pero aún, más importante, en el espíritu (corazón y mente) frecuentemente los hombres y mujeres se unen en la carne como cualquier bestia que no tiene razón y no conoce a Dios. De esta manera insultan a Dios y abusan los dones que les ha dado.

El gran estado de la virginidad ha sido mofado por la sociedad pervertida, al grado de que quien se preserva y quiere permanecer alejado de cualquier contacto sexual, es humillado y ofendido. La sociedad de hoy ha expulsado de su vida toda decencia y modestia, para poder sumergirse en las más perversas sensualidades sexuales.

Los prostíbulos y lugares de esta naturaleza ya no han sido alejados y colocados en los “peores lugares de la ciudad”. Ya se han convertido en la norma de todo lugar.

La forma de vestir, o mejor dicho de desvestirse de la mujeres, son la ocasión de pecado, sino de hecho por lo menos si de deseo. El lugar de trabajo, los centros comerciales, lugares de entretenimiento etc. Son ahora la corrupción y corrompen todo a su paso.

Lo peor es, que con la tecnología moderna metemos esta maldad a nuestras propias casas, que debe ser el hogar y santuario de la bondad y santidad.

Nos damos cuenta que, cada vez más y más personas contraen matrimonio como una licencia para someterse a las inmoralidades de toda naturaleza. La modestia y la decencia están fuera de lugar, del matrimonio.

Recordemos que el matrimonio es un designio de Dios para ser santuario y nutrimento, de todas las virtudes.

Jesucristo es Dios y por lo tanto nos está vigilando. Quienes puedan síganlo en el celibato, y quienes no puedas así hacerlo, únanse en matrimonio, con Su bendición y gracia.

Todos debemos buscar la santidad y bondad del estado en que se encuentre, sin importar mucho cual estado nos ha llamado Dios. Debemos resistir al demonio, al mundo y nuestras pasiones para mantenernos santos y sin mancha porque somos templos del Espíritu Santo.

Mantengamos alejadas de nuestra vida y hogar, todas estas malas influencias, manteniendo siempre monitoreada todas las actividades de nuestra vida. Debemos aprender a censurar nuestra mirada, sonidos y pensamientos que constantemente nos están bombardeando.

Para poder reconocer que Jesucristo es verdadero Dios, debemos creer en Él, para aprender a usar de manera correcta los dones que nos da, especialmente el matrimonio.

Así sea

Sunday, January 8, 2012

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

8 DE ENERO DE 2012

Queridos Hermanos:

La maravilla y belleza de una familia va más allá de cualquier explicación, sin embargo, la grandeza de la Sagrada Familia no se puede comprara con nada de este mundo.

No hay palabras para describir la humildad del Hijo de Dios al convertirse en hombre y obedecer tanto a María como a José. Mientas que al mismo tiempo nos quedamos anonadados cuando consideramos la dignidad de María. Siempre virgen y madre de Dios al mismo tiempo.

Qué gran privilegio para la santísima Virgen María poder llamar a Dios su Hijo y decirle además: “¿Hijo, porque nos has hecho esto? Habla con Él, con su hijo, a quienes los ángeles en el Cielo reverencian y adoran en silencio y dan gloria. Jesucristo de manera humilde, de igual forma, obedece y escucha a Su madre.

Este es el modelo perfecto a imitar por todas y cada una de las familias. Todos los hijos deben buscar e imitar la humildad y obediencia de Jesucristo. Todos somos aún niños en cierta manera, y por lo tanto debemos practicar esta virtud. Si Dios mismo pudo humillarse, ¿cómo es posible que una creatura pueda llenarse de tanta vanidad y orgullo y pensar que la humildad va más allá de sí mismo? Que tontería pensar que somos mucho mejor que Jesucristo.

Todos y cada uno de nosotros tenemos una autoridad sobre nosotros y estamos llamados a someternos a esta como lo hizo Jesucristo al estar sujeto a María y José. Debemos humillarnos un poco y estar listos a obedecer con prontitud, de buena voluntad y con gran deseo.

La autoridad sobre nosotros es, en muchas ocasiones, no la más perfecta. Son seres humanos con sus muchos defectos y faltas. Dios no nos pide obedecerlos sólo cuando están en lo cierto. Se nos dice que debemos obedecerlos en todo lo que no es pecaminoso. Es muy complaciente a Dios, vernos obedecer y humildemente inclinar nuestra cabeza, sacrificando nuestra propia voluntad como Él lo hizo. Permanece en silencio como un cordero, en todo momento.

En todo instante vemos a Jesucristo sometiéndose en humilde obediencia completa. Debemos aprender a comportarnos de la misma manera. Si queremos encontrar nuestro camino al cielo sólo lo podremos logar siguiendo de manera muy cercana la obediencia y humildad de Jesucristo.

La dignidad de la paternidad y de cualquier otra autoridad debe ser considerada y tomada en cuenta por nosotros con gran responsabilidad ya que Dios es quien la ha puesto sobre algunos de nosotros. La dignidad de esta debe impregnar en nosotros una gran apreciación de lo indignos que somos de recibir tal privilegio y por lo tanto recibirla y ejercerla con gran humildad.

Dentro de esta humildad debemos de igual manera, entender que, toda autoridad viene de Dios. Los padres y los superiores toman, en cierta manera, el lugar de Dios y hablan con sus hijos o sujetos, en nombre de Dios. Por lo tanto debe ser la meta de toda autoridad, imitar a Dios en todas sus acciones.

Nuestras decisiones no deben ser movidas por cosas absurdas. Debemos buscar gobernar y juzgar teniendo siempre en mente las verdades eternas y de justicia.

No debemos abandonar nuestra autoridad dada por Dios, como lo han hechos muchos padres, de nuestros días. Es una falsa humildad inspirada por espíritus malignos que nos llevan hacia esa dirección. Debemos insistir para que nuestros sujetos escuchen y obedezcan, no porque somos vanidosos y orgullosos, sino porque los amamos y sólo queremos lo mejor para ellos.

Nuestro deseo debe ser siempre, conducirlos a la felicidad eterna, en el Cielo. Deben obedecernos porque tomamos el lugar de Dios.

Al someterse a la autoridad dada por Dios, es lo mismo que si estuvieran sujetos a Dios mismo.


Consideremos nuestra posición de autoridad y nuestro ser mismo, en relación a la Sagrada familia y sorprendámonos ante la dignidad que Dios ha dado a la autoridad y la humildad que da a quienes han de obedecer. Hagamos nuestro destino final y meta, obedecer con gran humildad como lo hizo Jesucristo, mientras que al mismo tiempo mantengamos nuestra dignidad y autoridad como lo hizo y nos lo han mostrado, san José y la santísima virgen María.

Así sea