Saturday, April 21, 2012

DOMINGO 2do. DESPUÉS DE PASCUA

22 de ABRIL DE 2012


QUERIDOS HERMANOS:


Debemos, no sólo discernir entre el verdadero pastor de nuestra alma y lobos rapaces, sino que debemos también distinguir la tendencia de nuestro propio corazón y alma.

No sólo el pastor reconoce a sus ovejas, son sus ovejas que, deben reconocer también ellas, a su pastor. Muchos fallan al hacer esto, ya que no desean sinceramente seguir al verdadero pastor –Jesucristo. Las pasiones, el mundo y el demonio les ofrecen una, aparente, vida más interesante. La vida del buen cordero no es muy llamativa para ese tipo de almas. Les parece aburrida y sin interés.

La tendencia del mundo moderno es seguir las tendencias materialistas y placenteras. Sin estas distracciones superficiales, si nos hace creer, en muchas ocasiones, que nuestra vida está sin mérito alguno. La vida de la virtud aparece ante el mundo como no vida del todo; mientras que la vida del vicio y pecado aparece, como vivir la vida al máximo.

El orden es completamente invertido. El placer que acompaña al desorden y sigue las sugerencias de nuestras pasiones y lujurian es sólo la ilusión del placer. Podemos experimentar esto claramente con el remordimiento que acompaña la realización de estos vicios. Estos, no sólo ocasionan un gran desagrado interior, sino que como nos dice San Agustín; en sus confesiones, producen dolor y sufrimiento aún el mismo momento que imaginamos que las disfrutamos.
Nuestra inteligencia, memoria y voluntad, nos recuerdan de lo incorrecto en lo que hacemos al grado que aún en la gratificación del “placer”, hay una sensación de desagrado que no sólo sigue, sino que además se une a la gratificación ilícita.

En lugar de renunciar al desorden y vicio, con frecuencia, regresamos al mismo vicio con mayor ahínco tratando de ahora, sí encontrar el placer que no encontramos en el intento anterior. Nuestra pasión nos vuelve a mentir sugiriéndonos que esta vez encontraremos la felicidad en el pecado.

El verdadero pastor de nuestra alma, no pide que huyamos de este desorden y falso placer del pecado y buscar el verdadero y real placer que resulta de practicar la virtud. Mientras que la práctica de esta no ofrece la emoción de lo ilícito, ofrece algo que es menos volátil, y más estable y duradero. La calma y paz que acompaña a la práctica de la virtud no parece tan emocionante como lo superfluo y “gozo” de lo ilícito.

El verdadero pastor nos llama, más depende de nosotros si lo queremos escuchar o no. Es necesario que la oveja escuche y siga al verdadero Pastor si quieren ser contado como verdadero miembro de Su rebaño.

Busquemos no sólo identificar al verdadero Pastor—discernir entre este y los lobos rapaces, sino que también debemos poner atención especial a la facultad de nuestra alma llamada libre albedrio y discernir quien es, quien decidimos nos guie.
Se ha dicho que no podemos ser engañados sin antes habernos engañado nosotros mismos. Es muy fácil señalar con el dedo a los diferentes líderes y sugerir que a ellos debemos culpar por haber nosotros tomado el camino equivocado. Hay muchos que intentan o sugieren guiarnos en el error o vicio, pero somos nosotros quienes verdaderamente escogemos y aceptamos rechazarlos. No caeríamos nunca en sus trampas si no hubiéramos primero deseado lo que nos sugieren. Con la corrupción de nuestra voluntad, se está formando, este deseo ilícito (sea cual fuere). El enemigo ha, ya en ese momento, vencido.

Todo tiene un costo, nada es libre. Si buscamos la verdadera paz y felicidad aquí y ahora y una recompensa eterna en el cielo, debemos sacrificar los placeres ilícitos, volátiles e ilusorios de nuestra pasión. Si buscamos la falsa alegría de nuestras pasiones, debemos sacrificar la paz y tranquilidad de la conciencia limpia en esta vida y pagar entonces, el sufrimiento eterno en el infierno.

Examinémonos con mucho cuidado y pongamos nuestra voluntad en el verdadero orden – deseando seguir sólo el camino correcto, y ya de esta forma, con el deseo en orden, escuchar con mayor facilidad la voz del verdadero Pastor y seguirlo en esta vida, guiándonos a la felicidad eterna del cielo.

Así sea