Saturday, August 18, 2012

DOMINGO 12 Después De Pentecostés

19 DE AGOSTO DE 2012

Queridos Hermanos:

Quienes han recibido la gracia de la fe verdadera y conocen a Cristo, como lo hicieron los apóstoles, es a quienes Jesucristo se dirige y dice:

“Bienaventurados los ojos que ven lo que veis vosotros”

No se refiere a los ojos del cuerpo sino a los del alma, que contempla y sostiene a Jesucristo con fe, esperanza y caridad, como miembros de Su cuerpo místico. Esto es posible solo en la Iglesia católica, donde podemos claramente verlo y ser verdaderamente bendecidos. Los Padres de la Iglesia nos dicen, al explicarnos la parábola de este día, que el hombre que cae victima de los ladrones, representa a toda la humanidad.

Tras la caída de Adán, hemos caído todos en manos de ladrones (demonios) que nos han despojado de todo merito, hiriéndonos con el pecado y dejado medio muertos (sin vivir en la gracia, ni completamente muertos en el infierno).

Jesucristo es el Samaritano que viene a salvarnos. El sacerdote y el levita (la ley y los profetas) se acercaron al hombre caído, mas no pudieron ayudarlo. Solo Cristo que ha venido desde Jerusalén (cielo) quien es que puede y verdaderamente ayuda nuestra naturaleza caída.

Jesucristo vacía en nuestras heridas, el aceite de la compasión que sale de su naturaleza humana, de la misma manera que lo hace con el vino purificante de Su naturaleza Divina.

Tanto el vino como el aceite (naturaleza humana y divina) son necesarios para curar nuestras heridas, recibidas como consecuencia de nuestra naturaleza caída por el pecado.

Carga Cristo, con nuestro castigo, mas no con nuestra culpa, al morir por nosotros. Sin embargo, no se detiene ahí, nos lleva a la posada (la Iglesia) donde nos deja al cuidado de los Obispos y sacerdotes para que nos mantengan sanos hasta Su regreso. A la Iglesia se la ha dado las dos monedas (el Antiguo y el Nuevo Testamento) para ser utilizado en el cuidado y la salud del hombre caído.

Se le ha prometido además, a la Iglesia, que cualquier cosa más allá y sobre todo lo demás, que dedique al cuidado de las almas, Cristo la recompensara abundantemente, a Su regreso, al final de los tiempos.

Nosotros como miembros del cuerpo místico de Cristo, debemos acudir a la búsqueda de nuestros hermanos caídos, como Él lo ha hecho. Porque somos uno con El, y de esta forma sean sanados con las oraciones y sacrificios de los demás miembros.

Debemos ser para el mundo, tanto como el buen samaritano y la posada, donde descanse, el hombre caído y pueda recuperar la salud.

Conforme vamos por la vida, no hagamos duro nuestro corazón, hacia las necesidades de los demás, sino más bien, ayudando por medio del amor que nos gustaría a nosotros recibir.

Debemos ayudar no solo a las necesidades del cuerpo y las materiales, sino y aun mas, en las necesidades espirituales de esta vida.

Hay en este mundo muchos heridos, por el demonio, que debemos buscar y ayudar a sanar llevándolos al rebaño de la Iglesia. Tanto a los no bautizados como a los que lo están y han sido cautivados por el gran numero de religiones falsas, diseñadas para engañar y desviar a los que posiblemente deberían salvarse.

Hay que buscarlos y ofrecerles el medicamento que ha de sanarlos, como lo son los sacramentos de la Iglesia.

Tal parece que la mayoría ha ya rechazado a Cristo, o continúa haciéndolo ahora con su Cuerpo Místico, como a Su esposa, La Iglesia, sin embargo, esto no es excusa para detenernos en la búsqueda, de quienes necesitan nuestra ayuda y nos es posible auxiliar.

Cuando los miembros de nuestra propia familia (los que buscamos auxiliar primero) rechazan estas gracias, ofrezcámosla a otros, tal y como lo ha hecho Jesucristo y Su Iglesia.

Jesucristo es el buen Samaritano para toda la naturaleza caída por el pecado y ha venido a curarnos y salvarnos. Lo ha demostrado al derramar Su gracia sobre nosotros, guiado hacia la Iglesia para que seamos alimentados de su doctrina, y de igual forma nutrirnos con los Sacramentos.

Nos pide la Iglesia a todos y cada uno de nosotros, ser como el buen samaritano, imitando a Jesucristo según nuestras posibilidades y habilidades. Debemos rescatar a los que están agonizando en las religiones falsas y espiritualidad equivocada.

Traigamos estas almas a la Iglesia para que sean elevadas y alimentadas con la verdadera doctrina y que los mantenga vivos en la gracia de los verdaderos sacramentos.

Que así sea.

Saturday, August 11, 2012

FESTIVIDAD DE SANTA CLARA DE ASÍS


12 DE AGOSTO DE 2012

Queridos Hermanos:

A principios del siglo trece, cuando el lujo y la sensualidad devastaba con todo mundo, san Francisco de Asís, hace su aparición, dando ejemplos de vida en la humildad y la penitencia. Dios, de igual forma desea darle a la mujer vanidosa y sensual de ese tiempo, un ejemplo de desprecio a las vanidades de este mundo. Para tal misión llama a Clara, la hija de una familia prominente y noble, de Asís. Su padre Favorino Scifi, de Sassorosso, la sierva de Dios, Hortulana, madre, que muere con olor de santidad.

Tenía, clara, 18 años de edad cuando escuchó a san Francisco, predicar en la catedral de Asís, en la cuaresma de 1212. Sus palabras de rechazo a las cosas mundanas, a la penitencia y particularmente el ejemplo que este daba, afecto de manera positiva a clara, que se acercó a él para darse cuenta que sentía el llamado de Dios a llevar una vida similar y vivir en un convento.

No dudo nunca en realizar el plan de Dios. Sabiendo que su familia, buscaría darle una vida brillante en este mundo, y que se opondrían en todo lo relacionado a su vocación, decide irse de su casa.

El domingo de ramos, acude a la iglesia vestida de sus mejores galas, para atender los oficios del día. Esa misma noche, y asistida por un pariente mayor, asiste a la capilla de santa María de los Ángeles, donde san Francisco y sus compañeros la reciben, con velas encendidas en sus manos.

Frente el altar, clara, se despoja de su hermoso manto que le cubre la cabeza, para que san Francisco le corte el cabello y la cubra con un pedazo de lino. En lugar de su vestimenta ostentosa, recibe un hábito de penitencia ceñida por un cordón blanco.

Esta es la forma en la que la Madre y fundadora de las Pobres Clarisas fue recibida, el 19 de marzo de 1212. Por el momento san Francisco la envía a un convento de hermanas Benedictinas.

Una vez que Clara tuvo éxito en sobre llevar la oposición de su familia, que intento siempre hacerla desistir de su forma de vida y forzarla a regresar a casa. La hermana de esta, Inés, se unió a la vida de sacrificio de su hermana.

San Francisco hizo los preparativos para en un convento cerca de la iglesia de San Damián. Lugar en que se incremento en número de vírgenes consagradas a Dios. Servían a Dios en una gran pobreza, penitencia estricta y vida de reclusión completa del mundo, de acuerdo a la Regla que nuestro Padre San Francisco les había dado, como su Segunda Orden.

Bajo obediencia, recibió Clara el nombramiento de Madre Superiora por cuarenta y un años, hasta su muerte. Su amor por la humildad la llevó a realizar las acciones más despreciadas, dando buen ejemplo y ayuda a sus hermanas.

Muy a pesar de sus grandes padecimientos físicos, dio siempre a sus hermanas ejemplo de gran celo en la penitencia y en la oración. En el año de 1240, el ejercito sarraceno que estaba bajo el servicio del emperador Federico II, se acercó a Asís.

Arrasaron con el pequeño convento de san Damián, que se encontraba a las afueras de la ciudad, escalando los muros del monasterio. Bajo el temor mortal las hermanas acuden a su Madre, Clara, que se encontraba enferma recostada en cama.

Como pudo, se levantó y con la píxide que contiene el Santísimo Sacramento en mano, se aproximó a la puerta del convento. Desde ahí con gran fervor suplica a nuestro Señor en el cielo, como lo hizo el salmista (salmo 73.19)

“no entregues a las bestias las almas que te alaban y protege con Tu escudo a los siervos que has redimido, con Tu preciosísima Sangre” una voz misteriosa salió de la ostia clamando “siempre los protegeré”.

De inmediato fueron presas de gran pánico los agresores, que cegados de inmediato por una gran luz que salió del Santísimo Sacramento, fueron derribados y huyeron del lugar. El convento se salvó y el poblado de Asís liberado.

Después de muchos años de sufrimiento ininterrumpido, Clara siente que su fin esta ya próximo. Una vez que hubo recibido los últimos sacramentos ella y una de las hermanas vieron a la Reina de todas las vírgenes, venir al encuentro de la esposa de Su Divino Hijo. El 11 de agosto de 1253, entra a los gozos de la eternidad y sepultada al siguiente día.

El Papa Alejandro IV la canoniza en 1255. Reflexionemos sobre la gran alegría que experimentó santa Clara en este mundo en su vida de claustro. No consistió en comodidades mundanas, ni si quiera aún en constantes consuelos espirituales, sino en sacrificios hechos por el amor de Dios, por medio de los cuales se unió más íntimamente con la Fuente de la Felicidad.

En una ocasión le dice a una joven:

“nuestra alianza consiste en la mortificación de nuestras pasiones y la renuncia a las cosas de este mundo, con la crucifixión del cuerpo y el sacrificio de la voluntad, más la felicidad que le acompaña son eternas, la unión es indisoluble, empieza en este mundo y la muerte la sella finalmente”.

En la mañana de su agonía, recibió el Viaticum; por la tarde el Papa Inocencio IV la visitó y le dio la absolución general. Más Clara se sintió mucho más feliz de haber recibido a Nuestro Señor del Cielo, en la Santa Comunión, que el ser honrada por la visita del Papa.

Seamos nosotros de la misma manera indiferentes a las glorias de este mundo para que se nos permita disfrutar las alegrías de toda la eternidad.

Que así sea


Saturday, August 4, 2012

DOMINGO 10° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

5 DE AGOSTO DE 2012

Queridos hermanos:

Ya hemos escuchado lo necesario que es hacer oración y sobre todo permanecer en ella; por eso nuestra Santa Madre la Iglesia, ha seleccionado un texto del evangelio que nos ha de enseñar a orar.

Dios odia y detesta al orgulloso y ama al humilde. Todo aquel que se enaltece será humillado y viceversa todo aquel que se humilla será alabado.

El fariseo, acude a orar, pero lo hace para sí mismo y no con Dios. Aunque este hombre tenga muchas obras justas a su favor, falla en acudir realmente a Nuestro Señor. Es como si hubiera sacado a Dios de su oración. Envuelto en sus acciones no se detiene a pensar que todo lo ha hecho, gracias a Dios. Se cree capaz de hacer todo sólo y no ve la necesidad de la ayuda de Dios.

Existen muchos en este mundo, que se comportan como el fariseo creyendo que no necesitan nada de Dios. Por lo tanto no se detienen para nada a orar. Creen haber creado sus propias vidas y no necesitar a Dios para nada. Lo que es más lamentable es que viven como si Dios no existiera. Si acuden a la Iglesia y hacen oración, es sólo para sí mismos y para que los demás los vean.

Como los fariseos, son ahora sus buenas obras, unidas en oración al vicio de su orgullo. Siendo este vicio el que destruye y elimina a todas las demás acciones buenas que se hayan podido cometer, dejándolas sin valor ante Dios. Es por lo tanto primordial que luchemos en contra de este vicio siempre y en todo momento, especialmente con la oración.

Por otra parte, vemos la oración del Publicano. Este hombre no tiene buenas obras que lo acompañen en sus oraciones o decide no mencionarlas. Todo lo que presenta a Dios, son sus pecados. Su oración en simple: “Señor ten misericordia de este pobre pecador”. La única obra buena que tiene es su humildad.

La cual es más agradable a Dios que todas las demás virtudes. No se compara con nadie, se presente ante Dios completo y sólo, al considerar lo que es en sí mismo delante de Dios y lo que Dios espera de él.

Con frecuencia y aún en nuestros propios días tendemos a compararnos con nuestro prójimo. Es fácil ver las faltas de este y concluir que somos mejores al no tener sus faltas particulares. Sin ponernos a pensar que Dios da Su gracia de diferente manera y espera resultados diferentes, y que tal vez nuestras faltas son mayores a las de nuestro prójimo. Si este hubiera recibido las gracias que hemos nosotros recibido, tal vez serían mejores personas que nosotros.

Necesitamos un modelo o forma con quien comparar nuestra acciones, razón por la que Cristo vino a este mundo. Veámoslo para considerar de que manera tan miserable hemos fallado, es igualarlo.

Nuestro objetivo como nos lo dice Cristo es ser perfectos, porque nuestro Padre Celestial, lo es. (San Mateo 5:48). Al ver nuestra vida con la de Dios, nos damos cuenta el gran abismo que existe entre ambas; sin importar cuantas virtudes tenemos, nunca seremos tan buenos como debemos serlo, siempre pudimos haber hecho mejor. Con esta forma de pensar ante nuestros ojos, no es difícil poner la virtud de la humildad en práctica, la cual es, más agradable a Dios, que las demás.

El hombre que aclama sus buenas obras, es como si estuviera desafiando a Dios para que le encontrara alguna falta, lo cual puede hacer sin ninguna dificultad; por otro lado el hombre humilde sólo muestra, a Dios, sus faltas, lo cual motiva a Dios para manifestarle lo bueno que ha hecho.

Por lo tanto no necesitamos llevar un registro de nuestras buenas obras, ya que Dios ya lo ha hecho. Cuando hemos bien obrado no descansemos en ello y nos llenemos de orgullo, más bien olvidémoslo o mejor aún, consideremos que hemos fallado también en esto, ya que pudimos haberlo hecho mejor.

Esta es la verdad más obvia y la que nos mantendrá humildes. Es esta virtud, la que agrada a Dios y que hace nos alabe; mientras que humilla al orgulloso. Debemos por lo tanto, nunca glorificarnos sino sentirnos como lo que somos, humildes, dejando a Dios que haga con nosotros según Su parecer, y que nos elogie, si ve algo bueno en nosotros.
Cuando las buenas obras son envueltas por el orgullo todo se arruina y se hace nada ante Dios. Cuando nuestros pecados están acompañados de nuestro arrepentimiento y humildad, Dios realmente los limpia y sitúa la bondad en su lugar.

¡Qué maravillosos sería que juntemos la humildad con las buenas obras!

Al combinar estas dos virtudes estaremos seguros de encontrarnos complacientes a Dios.

Así sea.