Saturday, August 11, 2012

FESTIVIDAD DE SANTA CLARA DE ASÍS


12 DE AGOSTO DE 2012

Queridos Hermanos:

A principios del siglo trece, cuando el lujo y la sensualidad devastaba con todo mundo, san Francisco de Asís, hace su aparición, dando ejemplos de vida en la humildad y la penitencia. Dios, de igual forma desea darle a la mujer vanidosa y sensual de ese tiempo, un ejemplo de desprecio a las vanidades de este mundo. Para tal misión llama a Clara, la hija de una familia prominente y noble, de Asís. Su padre Favorino Scifi, de Sassorosso, la sierva de Dios, Hortulana, madre, que muere con olor de santidad.

Tenía, clara, 18 años de edad cuando escuchó a san Francisco, predicar en la catedral de Asís, en la cuaresma de 1212. Sus palabras de rechazo a las cosas mundanas, a la penitencia y particularmente el ejemplo que este daba, afecto de manera positiva a clara, que se acercó a él para darse cuenta que sentía el llamado de Dios a llevar una vida similar y vivir en un convento.

No dudo nunca en realizar el plan de Dios. Sabiendo que su familia, buscaría darle una vida brillante en este mundo, y que se opondrían en todo lo relacionado a su vocación, decide irse de su casa.

El domingo de ramos, acude a la iglesia vestida de sus mejores galas, para atender los oficios del día. Esa misma noche, y asistida por un pariente mayor, asiste a la capilla de santa María de los Ángeles, donde san Francisco y sus compañeros la reciben, con velas encendidas en sus manos.

Frente el altar, clara, se despoja de su hermoso manto que le cubre la cabeza, para que san Francisco le corte el cabello y la cubra con un pedazo de lino. En lugar de su vestimenta ostentosa, recibe un hábito de penitencia ceñida por un cordón blanco.

Esta es la forma en la que la Madre y fundadora de las Pobres Clarisas fue recibida, el 19 de marzo de 1212. Por el momento san Francisco la envía a un convento de hermanas Benedictinas.

Una vez que Clara tuvo éxito en sobre llevar la oposición de su familia, que intento siempre hacerla desistir de su forma de vida y forzarla a regresar a casa. La hermana de esta, Inés, se unió a la vida de sacrificio de su hermana.

San Francisco hizo los preparativos para en un convento cerca de la iglesia de San Damián. Lugar en que se incremento en número de vírgenes consagradas a Dios. Servían a Dios en una gran pobreza, penitencia estricta y vida de reclusión completa del mundo, de acuerdo a la Regla que nuestro Padre San Francisco les había dado, como su Segunda Orden.

Bajo obediencia, recibió Clara el nombramiento de Madre Superiora por cuarenta y un años, hasta su muerte. Su amor por la humildad la llevó a realizar las acciones más despreciadas, dando buen ejemplo y ayuda a sus hermanas.

Muy a pesar de sus grandes padecimientos físicos, dio siempre a sus hermanas ejemplo de gran celo en la penitencia y en la oración. En el año de 1240, el ejercito sarraceno que estaba bajo el servicio del emperador Federico II, se acercó a Asís.

Arrasaron con el pequeño convento de san Damián, que se encontraba a las afueras de la ciudad, escalando los muros del monasterio. Bajo el temor mortal las hermanas acuden a su Madre, Clara, que se encontraba enferma recostada en cama.

Como pudo, se levantó y con la píxide que contiene el Santísimo Sacramento en mano, se aproximó a la puerta del convento. Desde ahí con gran fervor suplica a nuestro Señor en el cielo, como lo hizo el salmista (salmo 73.19)

“no entregues a las bestias las almas que te alaban y protege con Tu escudo a los siervos que has redimido, con Tu preciosísima Sangre” una voz misteriosa salió de la ostia clamando “siempre los protegeré”.

De inmediato fueron presas de gran pánico los agresores, que cegados de inmediato por una gran luz que salió del Santísimo Sacramento, fueron derribados y huyeron del lugar. El convento se salvó y el poblado de Asís liberado.

Después de muchos años de sufrimiento ininterrumpido, Clara siente que su fin esta ya próximo. Una vez que hubo recibido los últimos sacramentos ella y una de las hermanas vieron a la Reina de todas las vírgenes, venir al encuentro de la esposa de Su Divino Hijo. El 11 de agosto de 1253, entra a los gozos de la eternidad y sepultada al siguiente día.

El Papa Alejandro IV la canoniza en 1255. Reflexionemos sobre la gran alegría que experimentó santa Clara en este mundo en su vida de claustro. No consistió en comodidades mundanas, ni si quiera aún en constantes consuelos espirituales, sino en sacrificios hechos por el amor de Dios, por medio de los cuales se unió más íntimamente con la Fuente de la Felicidad.

En una ocasión le dice a una joven:

“nuestra alianza consiste en la mortificación de nuestras pasiones y la renuncia a las cosas de este mundo, con la crucifixión del cuerpo y el sacrificio de la voluntad, más la felicidad que le acompaña son eternas, la unión es indisoluble, empieza en este mundo y la muerte la sella finalmente”.

En la mañana de su agonía, recibió el Viaticum; por la tarde el Papa Inocencio IV la visitó y le dio la absolución general. Más Clara se sintió mucho más feliz de haber recibido a Nuestro Señor del Cielo, en la Santa Comunión, que el ser honrada por la visita del Papa.

Seamos nosotros de la misma manera indiferentes a las glorias de este mundo para que se nos permita disfrutar las alegrías de toda la eternidad.

Que así sea