Saturday, October 27, 2012

FESTIVIDAD DE N.S. JESUCRISTO, REY


28 DE OCTUBRE DE 2012

Queridos Hermanos:

El Reino de Nuestro Señor Jesucristo es en este mundo pero no es de este mundo. Hay una distinción muy importante que debemos hacer. Los demás reinos son de este mundo, hechos aquí en este mundo, por este mundo y para este mundo. El Reino de Dios viene del cielo, hecho en el cielo y para el Cielo.

En esta vida hay dos reinos, o ciudades, tomando las palabras de san Agustín, mezclados uno con el otro, como nos dice la parábola del trigo y el berberecho sembrados en el mismo lugar, deben crecer lado a lado hasta el final.

El Reino de Dios no se encuentra en un solo lugar, está disperso por todo el mundo de la misma manera que lo está el reino de la maldad. Si ponemos un poco de atención nos daremos cuenta como existen ambos, por todas partes. Ahora bien, no es tiempo ahora, de ya cortar de raíz el mal, debemos soportarlo pacientemente hasta el final, el tiempo de la cosecha. Donde serán los ángeles de Dios, no nosotros, los que amontonarán lo malo y le enviaran al fuego eterno del infierno y a los buenos al Cielo.

El mal que existe en este mundo, es bueno para nosotros. En la Iglesia, Reino de Dios en este mundo, tenemos una gran necesidad de penitencia, sufrimiento y cruces, para podernos purificar y aumentar nuestro amor por Dios, siguiéndolo, imitándolo, pacientemente cargando con nuestra cruz.

Estas cruces, sufrimiento y penitencia nos son proveídos por el reino de la maldad.
Quienes nos odian y desean hacernos daño y destruirnos se convierte en nuestros mayores benefactores; mientras que dañan su propia alma, por su maldad, nos dan a nosotros la oportunidad de crecer en la humildad, fortaleza y virtud. Por lo tanto la maldad es necesaria para nosotros, aquí y ahora. Cuando entendemos verdaderamente esto, empezamos a ver el por qué y cómo es que no debemos odiar a quienes nos hacen daño, más bien, debemos amar a nuestros enemigos.

San Pablo de igual forma nos recuerda que nuestra recompensa no es de este mundo, sino más bien en la cruz, la cual es provista por los enemigos del Reino de Dios. Y en algunas ocasiones por ciertos miembros de este mismo reino, (La Iglesia) “Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal. VI, 14).
Nuestra visión de este mundo es a través de la fe, mientras estamos en este mundo, sólo en el Cielo podremos ver la eternidad. Para ver el Reino por medio de la fe aquí y ahora, debemos primeramente ver en nuestra conciencia y si hay caridad, amor, en esta, veremos entonces a Dios, recordemos lo que nos dice san Juan:

“Dios es Amor”.

Así como el Reino de Dios es sobre todo y en todo el mundo, no debemos buscar, para alcanzarlo, la ayuda de automóviles, barcos o aviones. Sólo necesitamos dos cosas, las alas del amor a Dios y el amor a nuestro prójimo. Una ala no es suficiente necesitamos las dos, cuando ambos amores están en su lugar correcto podremos volar hacia Dios de manera segura y libremente.

Todos iniciamos nuestro peregrinar en el reino de la maldad y obscuridad, y es por medio de la gracia de Dios que nos incorpora al reino de la Luz. Estamos por lo tanto, contaminados y sin merecer ser ofrecidos en sacrificio para Dios. Jesucristo viene a este mundo y toma nuestra naturaleza para purificarnos y ofrecerse Él como sacrificio por nosotros.

Los miembros del Reino de Dios unidos en Cristo haciéndose uno sólo con Él en Su Cuerpo Místico, se purifican para de esta manera ser aceptados por Dios y Su Reino. Somos parte de la oblación de pureza cuando estamos unidos o sepultados con el cuerpo de Cristo y en Su Sacrificio.

En este Reino, Dios exige que todos y cada uno de nosotros debamos amarlo. Y no es para su beneficio propio, Dios no tiene necesidad de nuestro amor. Nuestro amor no lo hace más, de ninguna manera, ni nuestro odio lo deteriora. Se nos ordena que lo amemos, por nuestro propio bien. Al hacer esto nos purificamos e incrementamos la gracia y la vida. Al amar a Dios nos unimos más a Él como Rey de Reyes.

El título de Rey no es un honor para Él que es mucho más que eso. Dios es todo perfecto al grado eterno, perfección sin límite. El honor que le damos, no es aumento en Su poder, es más bien un signo de piedad para nosotros.

En este tiempo eclipsado pareciera que la Iglesia. El Reino de Dios, ha sido abolido por los modernistas que han tomado físicamente la casa de Dios, en este mundo, hasta el mismo Vaticano. Pero recordemos que el eclipse no es una destrucción, más bien un ocultamiento. Ya que este cuerpo místico de Cristo, La Iglesia, no puede ser destruida y existirá hasta la consumación de los tiempos, para continuar por toda la eternidad en el Cielo. Los modernistas que han creado la oscuridad de este eclipse, pertenecen a ese reino y por lo tanto se han declarado nuestros enemigos, por lo que no debemos luchar contra estos con sus mismas armas, no regresar odio con odio, sino más bien, amor por odio.

Estemos siempre agradecidos por las cruces que nos mandan para que logremos seguir a Cristo y hacernos miembros dignos de Su Reino. Recordando que no pueden dañar a Cristo ni a su Reino, sino ellos mismos. Llenos de caridad digamos con nuestro Rey:

“Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. (San Lucas 23,24)

Que así sea